Llevaba casi dos horas caminando por la
carretera, su auto se había quedado sin gasolina varios kilómetros atrás
y cargando aquel bidón decidió ir a buscar combustible.
Tras caminar tanto, al fin logró divisar a lo lejos aquella vieja y pequeña estación de servicio con una maltrecha y parpadeante luminaria que anunciaba “TEXACO”, y supo entonces que su recorrido al fin había terminado.
Al ver la bomba dispensadora asumió que
nadie había cargado combustible ahí en mucho tiempo, y aquello lo
desalentó un poco, pero aun así decidió entrar al lugar.
Abrió el mosquitero y entró a la vieja
estación; un asqueroso hedor impregnaba el ambiente y una vieja radio
tocaba a Alan Jackson a volumen bajo. Pudo identificar la fuente del
putrefacto aroma cuando miró frente a
él varios pedazos de carne podrida colgados en ganchos por todos lados.
Esto casi lo hizo vomitar, pero se distrajo cuando escuchó una voz
detrás de él.
—¿Necesita algo?
Al voltearse pudo ver a un anciano con el ceño fruncido y facha de pocos amigos.
—Sí, gracias, quisiera cargar un poco de gasolina.
—Bien, los barriles están atrás, la bomba no funciona así que debemos cargar en la bodega —dijo el viejo.
Entraron a la vieja bodega, que más bien parecía un granero, y comenzaron a llenar el bidón de gasolina.
—Ya no viene mucha gente por acá.
—Bueno, es que este pueblo tiene mala reputación.
—Sé a qué se refiere, esa maldita película nos destruyó por completo. Si la gente no se detenía antes, ahora ni siquiera pasan por esta carretera.
—Bueno, usted parece una persona amable,
le diré a mis amigos que pueden detenerse a cargar combustible aquí y
quizás comer algo.
—Eso suena bien, gracias por darle ánimos a un viejo como yo.
—No es nada, simplemente hace falta un poco de sentido común para saber que era sólo una película y que nada de eso fue verdad.
—Y ¿cuándo dije que no era verdad?
Una risa nerviosa salió de su boca, mientras que el viejo lo miraba con los ojos más psicópatas que había visto.
—Parece que le gusta asustar a los turistas, ¿no? —dijo nervioso.
Pero de inmediato supuso que no era
ninguna broma cuando escuchó el sonido de un motor encendiéndose, y se
enteró de que la película no mentía cuando al darse la vuelta reconoció a
Cara de Cuero acercándose con una motosierra en las manos.
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