LA MUERTE DE MIS SUEÑOS



Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz




En una lúgubre calle que la caminaba con paso desesperado, el miedo era mi única compañía. Lo más probable es que estaba de noche porque no encontraba el Sol y estaban la Luna, las estrellas y el frío nocturnal. Acercándome por la inercia de mí caminar a un perro de raza dóberman que estaba en medio del camino, notándolo un poco misterioso. En un callejón una improvisada fogata calentaba unas personas de aspecto siniestro, la angustia se apoderaba de mi existencia al pensar en que quisieran atacarme, seguí mi marcha a pesar de los temores, hasta que se hizo inevitable el encuentro con el perro dóberman, el cual gruñía y ladraba mostrando los colmillos, tenía unos amenazantes ojos de color rojo fuego que lo hacían ver como un perro diabólico. 

En ese momento tenía dudas, no sabía si estaba despierto o sumergido en una absurda pesadilla, quise negar lo que sucedía susurrando de forma repetida: 


“Esto no es real, esto no es real…”. 

Intentaba sentirme seguro repitiendo esta frase. Sentí que la frase me daba un poco de valor para pasar al lado del dóberman, pero a él poco le interesaba mi impostada valentía, se lanzó a mi rostro a morderme logrando sacarme los ojos, me fui huyendo despavorido, tocaba mi rostro buscándome los ojos, no los sentía, no podía ver nada, todo era oscuridad, solo escuchaba el crujir de mandíbulas que me perseguían. 

Espantado grité pidiendo auxilio y desperté sudando frío sobre la cama con los ojos intactos pero muerto en el mundo onírico desde ese día no he vuelto a soñar, ruego volver a estar en los brazos de Morfeo, siquiera para poder tener una pesadilla.            
 


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