Primer Beso



Soy una chica tranquila, siempre lo he sido, nunca he tenido problemas con nadie -que yo recuerde-. Tengo algunas amigas, no me junto mucho con los hombres, tal vez esa es una de las causas por la cual nunca he tenido novio… ni tampoco he dado un beso.

En mis 15 años de vida no he salido a muchas fiestas… Se puede decir que nunca he hecho alguna locura, siempre que sentía esa especie de impulso para hacer alguna maldad, por muy pequeña que fuera, me la reprimía. “No, está mal, no debo hacerlo”, me decía a mí misma, así calmaba mi adrenalina, la que sentía que poco a poco se iba acumulando en mi interior, sabiendo que... SOY UNA PUTA. Siempre a principio de año me empezaba a gustar un niño, lo miraba de lejos, pero él nunca se fijaba en mí. Así pasaban todos los años y en todos me gustaba alguien diferente esperando a que este sí se fijara en mí.

Cierto año comencé a fijarme en un chico, lo conocí a principio de año, era el amigo de una amiga de otro curso. Con el tiempo comenzamos a hablar, nos volvimos amigos -mi primer amigo hombre cercano-, lo empecé a conocer mejor y me comenzó a gustar. Me tenía confianza, era muy simpático y muy tierno conmigo, incluso prefería pasar recreos conmigo que con sus amigos, lo que me hizo pensar que yo también le podía gustar.

-¡Por fin! ¡Por fin alguien que me gustaba se fijaba en mí!- pero no había nada confirmado.
Una vez me confesó que nunca había tenido novia y que tampoco había dado un beso, me conmovió porque él sentía lo mismo que yo.

A final de año pasábamos mucho tiempo juntos. Me gustaba mucho, pero aún no me atrevía a decírselo, aunque la mayoría ya se había dado cuenta…, menos él.

Una vez estábamos conversando por chat –era la última semana de colegio y yo estaba desesperada pensando cómo decírselo- y de la nada me escribió:


-eres linda
 
-gracias, tu tambien
 
-en serio? xD
 
-si, me gustas
 
Era la única forma de declararme, en persona no me hubiera atrevido.

-tu tambien me gustas
 
Mi corazón comenzó a latir muy fuerte y sentí que una alegría desbordante se apoderaba de mí, quería saltar de alegría, pero no. Me calmé, me controlé y solo me digné a sonreír -aun estando sola en mi habitación-. No imaginaba cómo lo haría mañana, cómo podría verlo a la cara, cómo controlaría mi impulso por correr a abrazarlo y besarlo. Sabía que si lo hacía me verían raro, pero si no, ¿Qué creería él?

Al día siguiente lo miré de lejos y él se acercó a mi sonriendo -yo tampoco pude evitar hacerlo-, me llevó a un lado y dijo que le confirmara en persona lo que el día anterior le había confesado por Internet. Lo hice y él también lo confirmó, lo miré. Quería besarle, pero me daba miedo, no sé por qué. No por mí, sino por él: era una sensación extraña y no muy agradable pero la ignoré.

Durante los últimos días de clases pasábamos de la mano. Aún no nos besábamos. Decidimos juntarnos un día cuando saliéramos por fin de clases. Ese día llegué, nos encontramos, caminamos un rato de la mano hasta llegar a una plaza alejada donde casi no circulaba gente. Nos sentamos en el pasto, nos abrazamos y conversamos un rato.

Hasta que en un momento ambos quedamos en silencio y nos miramos... ¡Me robó un beso! Un corto beso que me llevó a robarle yo uno, y otro, y otro, y otro más, era la sensación más rica que había sentido en toda mi vida, no quería parar de besarle de apretar sus labios con mi boca, sus jugosos y carnosos labios. Sentí esa adrenalina, la que siempre había sentido, que aparecía cada vez que quería hacer algo malo, pero esta vez no pude reprimirla y se apoderó de mí, todos estos años guardándola en mi interior provocaron que explotara en algo mortal.

No pude detenerme, él trató de alejarme, lo estaba dejando sin aire, sin poder respirar, cada vez apretaba más sus labios, los mordía fuerte, eran tan deliciosos, sentía que quería comerme sus boca. Mordí tan fuerte sus labios que llegaron a sangrar y él trató de gritar y de empujarme, pero no pudo. Mi adrenalina era tal que lo tenía atrapado entre mis brazos, abrazado entre mis garras. La sangre de sus labios me excitó más.

Lo mordí más fuerte, desgarré la carne de sus labios, esos exquisitos labios, los mastiqué sabrosamente mientras él gemía terriblemente de dolor, moviendo su lengua desesperadamente por lograr un sonido.

La mordí fuertemente y se la extirpé de su boca, chorreando la sangre de su garganta a la vez que un último grito desgarrados salía de ella. Era tan deliciosa, húmeda y carnosa, su sangre brotando de la carne colgante de su boca muerta. Estaba tibia aún, la bebí, la mordí para beber más de la sangre de quien por fin se había fijado en mí, era tan delicioso sentir su sangre desbordante en mi boca, boca chorreada de la sangre de quien tanto me había gustado…

¡Por fin! ¡Por fin había dado mi primer beso!

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