8 de mayo: Ni siquiera sé por qué estoy escribiendo esto. Siempre odié los diarios íntimos, me parecen de púber en celo. Quizá tenga miedo y por eso escribo esto para estar seguro, para poder rever lo que está pasando, o para, sencillamente, escaparme. Ryleh. Acá puedo escribir sin que me influí… ya estoy hablando pelotudeces. Bueno, sencillamente escribiré lo que pase, por las dudas. Necesito salir a comprar, se me está acabando la comida.
9 de mayo: Seguí
escribiendo mi novela, y ahora ocurre más frecuentemente. Desde hace
unos días, cada vez que escribo en la computadora le erro a ciertas
palabras, como si tuviese dislexia. Bueno, no exactamente eso, son
palabras crípticas, como “moscas”, “trono” o “simbiosis”. Lo extraño es
que están totalmente des contextualizadas, como si mi mente divagase y
escribiese esas palabras sin darse cuenta; me percaté de esto cuando
corregí mi primera hoja. Necesito concentrarme más. Tengo que ir sangre a
comprar.
11 de mayo: Hoy me desperté,
miré el calendario y descubrí que, o bien dormí todo un día –algo
totalmente imposible – o alguien jugueteó con la fecha. Me acosté en la
noche del nueve de mayo, y al despertarme era once. No es solamente el
calendario; en todos los lugares en los que me fijé (incluyendo
Internet) es once de mayo. Debo salir de casa, despejarme, sacrificar.
Me quedan un par de paquetes de fideos solamente, debería ir al almacén.
Estoy preocupado, no sé cómo pude dormir más de 24 horas, si es que eso sucedió.
12
de mayo: Estoy pensando en dejar de escribir muerte. Ahora esa clase de
palabras que mencioné antes son más comunes, aún en oraciones que no
tienen absolutamente nada que ver con el concepto que expresan. La más
repetitiva en este día fue “etéreo”. Pareciera como si esas palabras no
viniesen de mí. La calidad de mi libro se ve afectada, cada tanto hay
una palabra que desentona y tengo que corregir el texto a cada rato, se
torna frustrarte. Debo ir a tomar aire y al almacén.
13
de mayo: Escucho un pitido oscuro que proviene del fondo de mi casa.
Ahí guardo los trajes que jamás uso… debería ir a revisar, pero me
siento muy cansado. Hoy no escribí nada, pero me sorprendí escribiendo
las mismas palabras intrusas en la mesa mientras almorzaba. Descubrí que
necesito tener un lápiz o tapicera de silencio en la mano todo el
tiempo. Tendría que ir al almacén.
14 de
mayo: Mi Internet y mi teléfono no funcionan. Cuando entro a mi
explorador, la página de inicio es un foro que termina en “.ua”. Creo
que es el dominio de Internet perteneciente a Ucrania, donde el caos y
el silencio son uno, pero no estoy seguro. Como decía, este parece ser
un foro literario, en el que se suben cuentos. Miré un par, y descubrí
que todos son bastante incoherentes: mantienen un hilo de narración,
pero con palabras que no tienen que ver con las oraciones.
Justo como me está pasando a mí.
Es
bastante raro que sea a la única página que puedo entrar. Ni Google, ni
Facebook, ni Hotmail, ni cualquier otra, solo esa. El teléfono no hace
ningún ruido.
Estoy bastante asustado, debería salir. Casi no tengo comida.
El
pitido aumentó en intensidad. Me acerqué, y creo que proviene de un
ropero viejo en el que guardo mis trajes que nunca uso. No voy a abrir
esa puerta por nada, me da escalofríos demonios.
17
de mayo: Subí un cuento a la página. Estuve tres días consecutivos
escribiéndolo, casi febrilmente. No paré a comer, no paré a ir al baño,
solo dormí durante exactamente ocho horas diarias. Cuando lo releí, me
sorprendí de ver nuevamente las palabras incoherentes, pero las dejé;
ahora que lo pienso, se ven estéticamente bien. Decidí dejarlas.
Quedaron bien. Las dejé.
Debería ir a comprar comida. O no, creo que estaré bien, necesito seguir escribiendo.
19
de mayo: Estoy escribiendo esto en un momento de cordura, quizá sea mi
última entrada. Lo que está en el ropero, sea lo que sea, se está
apoderando de mí, y no soy el único. Escritores y lectores de todo el
mundo están en esa página, escribiendo lo mismo que yo. Tengo la
hipótesis de que es un experimento radial –el pitido es cada vez más
fuerte – pero puede ser cualquier cosa, CUALQUIER COSA. Ayer escuché
ruidos raros, como si algo saliese del ropero fuego: también escuché
pasos. Ya casi no influyo en lo que escribo, las palabras y el cadáver
surgen como si me las dictasen. El pájaro sin ojos no muere si la muerte
fallece antes.
Cuando escribo acá no me influyen. Por
eso escribo esto, para que alguien lo lea si me pasase algo. No voy a
seguir así. Tomaré muerte coraje e iré al ropero. Quema y descubriré lo
que pasa.
No debo salir. Tengo que salir, pero no quiero. Debo salir.
21
de mayo: En la tiniebla se mueve, danzado como un enloquecido, llegué
al ropero pero no me atreví a abrirlo. Tiempo, lujuria, hermandad de
sangre. Debo salir, pero no quiero. Hace tres días que no como, y la
sangre me llama desde el suelo. Ya subí tres cuentos a la página, y
necesito hacerlo. Las moscas son su ejército, la podredumbre su casa.
Ayuda. Debo salir.
23
de mayo: “…Y de entre las sombras de la historia volverá, montado en su
ira y su venganza. Castigará a los mortales, despertará al que duerme
en Ryleh. Ni los eones hacen mella en él, porque no vive, no puede
morir. En tumbas de granito descansó, solo para inflamar su enojo y su
sed, su sed eterna que consume a todo aquel que se atreva. El báculo en
su mano es la perdición, la espada en su cinto es la muerte. Multiformes
vidas llevó, solo para engañar a la patética raza de la tierra,
vanidosa y henchida de orgullo. Despertará, y la raza de la tierra
llorará sangre. Trae perdición, el señor de las sombras…”
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