La Casa Sin Fin (PARTE 2)
Cerré la puerta detrás de mí; cuando cayó en su marco el zumbido desistió. Me volteé en el asombro, y la puerta ya no estaba. Miré a mi alrededor. La habitación era idéntica a la tercera, la misma silla y lámpara, pero con la cantidad justa de sombras esta vez. La única diferencia era la ausencia de una salida.
…….Ya lo dije antes, no he tenido problemas de inestabilidad mental…, pero en ese momento caí en lo que ahora sé era locura. No grité. No emití ningún sonido. Al principio rasgué suavemente. La pared era dura, aunque sabía que la puerta estaba ahí, en alguna parte. Rasgué donde antes se encontraba la perilla. Con ambas manos, jadeante, mis uñas magullándose contra la pared; la puerta estaba ahí, sabía que estaba ahí…
…….—¿Te encuentras bien?
…….Salté del suelo y me giré en un movimiento. Me apoyé en la pared detrás de mí y vi qué era lo que me habló, y hasta este día me arrepiento de haber volteado.
…….La pequeña niña llevaba un vestido blanco fino que caía hasta sus tobillos. Tenía una larga melena rubia, piel blanca y ojos azules. Era la cosa más aterradora que había visto, y sé que en mi vida nunca nada será tan inquietante como lo que vi en ella. Mientras le miraba, veía a la niña, pero también algo más: donde estaba parada veía lo que parecía el cuerpo de un hombre cubierto en grueso pelaje, desnudo de pies a cabeza, pero su cabeza no era humana, y los dedos en sus pies pezuñas. No era el Diablo, aunque en ese momento bien podría haberlo sido. Su cabeza tenía la forma de un carnero y el hocico de un lobo. Era repulsivo, y era uno mismo con la niña en frente de mí. No puedo ponerlo bien en palabras; los veía, al mismo tiempo, compartieron el mismo lugar en la habitación. Mi mente batallaba con lo que estaba tratando de procesar. Miraba a lo que fuera que me había hablado. No había salida. Estaba atrapado ahí con ello. Y luego volvió a hablar.
…….—David, no debiste haber venido.
…….Cuando habló, escuché las palabras de la bestia y de la niña fundirse en una voz que no me atreveré a describir. En mi mente se grabó la frase y reprodujo infinitamente, aislándome de todo otro sonido. No supe qué hacer, me estaba sumiendo en la locura y aun así no era capaz de apartar mis ojos de lo que estaba delante mío. Caí al suelo. Creí haberme desmayado, pero la habitación no me lo permitiría. Sólo quería que terminara. Me apoyaba en la pared, con los ojos entreabiertos y la bestia fijando los suyos en mí. A centímetros de mi cuerpo se paseaba una de las ratas a cuerda de la segunda habitación, y ahí me llegó. La Casa se burlaba de mí. Contra toda lógica, ver la rata me dio lo suficiente para recuperar mi mente de cual fuera el turbio estado en el que se encontraba. Iba a salir de ahí. Saldría de esa casa y viviría y nunca pensaría en ese lugar de nuevo. Esta habitación era el Infierno, y no estaba dispuesto a tomar residencia.
…….Al principio eran sólo mis ojos lo que se movía. Busqué en las paredes para cualquier tipo de apertura. La habitación no era muy grande, por lo que no tomó mucho explorarla. La voz de la bestia seguía, acrecentándose mientras ella permanecía fijada a su lugar en la habitación. Puse mi mano en el suelo y me coloqué de rodillas, volteándome a revisar la pared detrás de mí; lo que vi me dejó aturdido. La criatura a un tiempo pasó al lado izquierdo de mi espalda, susurrando en mi mente que no debería haber venido. Sentía su aliento en mi cuello, pero me negué a dar la vuelta, y de pronto no me interesaba tanto su presencia. Un gran rectángulo estaba raspado en la madera con una pequeña abolladura en su centro, justo en frente de mis ojos tenía el gran siete que en mi desesperación había rasgado en la pared. La séptima habitación, tras la pared donde la quinta estaba hace unos momentos.
…….No sé cómo lo había hecho, y tal vez fue mi pánico en el momento, pero había creado la puerta. En mi locura había cavado en la pared lo que más necesitaba, una salida a la siguiente habitación. El demonio estaba justo detrás de mí, mas por alguna razón parecía no poder tocarme. Cerré los ojos y coloqué ambas manos sobre el gran siete. Y empujé. Empujé tan duro como pude. El demonio estaba ahora gritando a mi oído. Me dijo que nunca escaparía. Me dijo que éste era el final pero que no iba a morir, que me quedaría a vivir en la sexta habitación con él. No lo haría. Empujé y grité a todo pulmón. Arremetí contra la puerta y grité, y el demonio se había ido. Me quedé en silencio. Me di la vuelta lentamente y fue recibido por la habitación conservando el aspecto que tenía cuando llegué, sólo una silla y una lámpara. No lo podía creer, pero no tenía tiempo para pensar. Me volví a la puerta y di un salto atrás en asombro. Lo que vi fue una puerta, no una que había cavado en la madera, sino una puerta normal con un siete grande en ella. Todo mi cuerpo estaba en shock. Debí de girar la perilla por reflejo luego de un segundo; de ninguna manera me quedaría a esperar que esa cosa volviera.
…….Ingresé a la habitación completamente agotado. La puerta se cerró detrás de mí, y me di cuenta de dónde estaba. Afuera. Era distinto a la quinta habitación, realmente estaba afuera. Caí de rodillas… quería llorar. Por fin salí de ese infierno. Di un vistazo a la puerta por la que salí y me encontré con la entrada principal. Me dirigí a mi coche y regresé a casa, pensando en lo agradable que una ducha sonaba.
…….Caminando por el pórtico de mi casa me sentí incómodo. La alegría de abandonar La Casa Sin Fin se desvanecía y el miedo lentamente turbaba mi juicio. Lo dejé a un lado, por todo lo que había experimentado en las últimas horas. Entré y de fui directo a mi habitación. Sobre la cama estaba mi gato Baskerville. Era el primer ser vivo que contemplaba en toda la noche, y me acerqué para acariciarlo. Protestó y arañó mi mano. Retrocedí extrañado, ya que nunca había actuado de esa manera. Pensé «Lo que sea, es un gato viejo». Tomé una ducha y me preparé para lo que esperaba sería una noche en vela.
…….Después de mi ducha fui a preparar algo de comida. Bajé las escaleras y llegué a la sala de estar, y lo que vi quedará por siempre grabado en mi mente. Mis padres estaban tirados en el suelo, desnudos y cubiertos en sangre. Habían sido mutilados hasta el punto en que era difícil reconocerles. Sus miembros fueron removidos y colocados junto a sus cuerpos, y sus cabezas dejadas sobre sus pechos, viendo hacia mí. La parte más inquietante eran sus expresiones. Sonreían, como contentos de verme. No sabía lo que había pasado, ni siquiera vivían conmigo en ese entonces. Vomité, y luego algo captó mi mirada. Una puerta que no estaba ahí antes. Una puerta con un gran «8» pintado en sangre.
…….Continuaba en la Casa. Estaba de pie sobre mi sala de estar, pero dentro de la séptima habitación. Ambos rostros sonrieron ampliamente al darme cuenta de esto. La octava puerta estaba al otro lado de la sala en la pared detrás de los cuerpos mutilados, que ahora estaba seguro no pertenecían a mis padres. Sabía que no podía detenerme, pero en ese momento estaba rendido. Sus rostros sonrientes tomaron control de mi ser, fijándome a donde estaba parado, inmovilizándome. Vomité por segunda vez y estuve a punto de caer… Entonces el zumbido regresó. Era más fuerte que nunca, y colmó la casa e hizo temblar las paredes. El zumbido fue lo que me obligó a caminar. Mi cuerpo apenas podía mantenerse en pie, difícilmente podía andar, y mientras más cerca estaba de los cuerpos, más cerca estaba del suicidio. Las paredes se sacudían con tanta fuerza que parecían estar a punto del colapso, pero aun así las cabezas me sonreían. A medida que me aproximaba, sus ojos me seguían. Estaba posicionado ahora entre los dos cuerpos, a unos metros de la puerta. Las manos desmembradas se arrastraban por la alfombra hacia mí, al mismo tiempo que las cabezas continuaban mirándome. El pánico se apoderó de mí y aceleré mi paso. No los quería oír hablar. No quería que las voces coincidieran con las de mis padres. Comenzaron a abrir sus bocas, y las manos ya estaban a sólo centímetros de mis pies. En un arrebato de desesperación me lancé hacia la puerta, abrí y cerré de golpe detrás mío. Octava habitación.
…….Era una réplica de la cuarta y sexta habitación. Sentado en la silla previamente desocupada había un hombre. Tras algunos segundos de incredulidad, mi mente finalmente aceptó que el hombre sentado en la silla era yo. No alguien muy parecido a mí, ése era David Williams. Me acerqué. Pese a estar seguro tenía que verle de cerca. Él me miró y me di cuenta de las lágrimas en sus ojos.
…….—Por favor… por favor, no lo hagas… por favor, no me hagas daño.
…….—¿Qué? —dije—. ¿Quién eres tú? No voy a hacerte daño.
…….—Sí lo harás… —estaba sollozando ahora—. Vas a hacerme daño y no quiero que lo hagas. —Se colocó en la silla con las piernas entre sus brazos y comenzó a mecerse de atrás hacia adelante. Era muy lamentable verlo, sobretodo porque era como yo, idéntico en todos los sentidos.
…….—Escucha, ¿quién eres? —Me encontraba a sólo unos metros de mi copia. Fue la experiencia más extraña hasta ese punto, ahí de pie hablando conmigo mismo. No estaba asustado, aún—. ¿Por qué estás…?
…….—Me harás daño… me harás daño… Si quieres salir, me harás daño…
…….—¿Por qué dices eso? Cálmate, ¿sí?
…….Tuvo que apartar un pie de su cuerpo para permitirme verlo, sólo ligeramente. El David en la silla vestía con la misma ropa que yo, a excepción de un pequeño bordado rojo en su camisa, uno con forma de nueve.
…….—Me harás daño… por favor no me hagas daño… —Su tono de voz empezó a menguar. Su mirada estaba perdida en un rincón de la habitación.
…….Yo no podía superar ese pequeño número en su pecho. Sabía exactamente lo que era. Las primeras puertas fueron sencillas y… presentes, mientras que las demás comenzaron a ponerse más ambiguas. La séptima fue rasgada en la pared por mis propias manos. La octava estaba marcada en sangre por encima de los cuerpos mutilados. Sin embargo, la última… este número estaba en una persona, una persona viva. Y peor aún, estaba en una persona que se veía exactamente como yo.
…….—¿David? —Tuve que preguntar.
…….—Sí… me harás daño… —Inquirió.
…….Di un vistazo alrededor en lo que él seguía lamentándose. La habitación no tenía puerta, y de manera similar a la sexta, la entrada ya no estaba. Por alguna razón supuse que con rasgar la pared no conseguiría nada. Estudié las paredes y el piso alrededor de la silla, acercándome a ésta para revisar si tenía algo por debajo. Desafortunadamente, lo tenía. Bajo la silla había un cuchillo, acompañado de una etiqueta, que ponía: «Para David, de la Gerencia».
…….La sensación en mi estómago al leer la etiqueta era algo maligno. Quería vomitar, y la última cosa que quería hacer era tomar el cuchillo. Mi mente daba vueltas en un mar de preguntas sin respuesta. ¿Quién puso esto aquí y cómo obtuvo mi nombre? Por no mencionar el hecho de que mientras estaba arrodillado en la fría madera también estaba sentado en la silla, sollozando por la idea de ser herido por mí mismo. Era demasiado para procesar. La Casa y la Gerencia habían estado jugando conmigo todo este tiempo. Mis pensamientos se volvieron a Peter, y de si él había o no llegado hasta aquí; y de hacerlo, si se encontró con un Peter Terry llorando en esta misma silla, balanceándose de atrás hacia adelante. No, no importaba. Tomé el cuchillo y el otro David guardó silencio.
…….—David —dijo con mi voz—, ¿qué crees que haces?
…….Me levanté del suelo y apreté el mango del cuchillo en mi mano.
…….—Voy a salir de aquí.
…….David permanecía en la silla, ahora mucho más sosegado. Me miró con una leve sonrisa que no me permitió discernir de si iba a reír o estrangularme. Poco a poco se levantó de la silla y se colocó frente a mí. Era sorprendente, su altura e incluso su postura eran iguales a las mías. Sentí el mango plástico del cuchillo y lo apreté con más fuerza. No sabía lo que planeaba hacer con él, pero tenía la sensación de que lo iba a necesitar.
…….—Ahora —su tono de voz sonó un poco más profundo que el mío—, voy a hacerte daño. Voy a hacerte daño y te voy a mantener aquí. —No respondí. Sólo contuve la respiración y lo derribé al suelo. Inmovilizándolo, con el cuchillo en posición y listo, miré hacia abajo. Él miró de vuelta aterrado. Era como estar frente a un espejo. En ese instante el zumbido volvió, bajo y distante, aunque lo sentía hasta en lo más profundo de mi cuerpo. David me veía mientras yo me debatía mi siguiente movimiento y el zumbido me parecía cada vez más insoportable.
…….Sentí algo dentro de mí romperse. Con un movimiento enterré el cuchillo por el bordado y desgarré completamente a David desde su pecho hasta el final de su abdomen.
…….La negrura llenó la habitación. Caí…
.
…….La oscuridad a mi alrededor no puedo compararla con nada de lo que había experimentado hasta ese punto. La cuarta habitación estaba oscura…, pero no como esto. Creí no estar cayendo después de un tiempo. No sentía mi peso, sólo una profunda tristeza. La visión de mis padres no abandonaba mi mente. Estaba consciente de que no era real, pero lo había visto, y la mente tiene problemas para diferenciar entre lo que es real y lo que no. Estuve en la novena habitación por días. En la habitación final… y es que era exactamente eso, el final. La Casa Sin Fin tenía un final, y lo había alcanzado. Bajo la impresión de que seguiría en ese estado por siempre, me di por vencido. Ni siquiera el zumbido estaba ahí para retar mi cordura. Había perdido completamente mis sentidos. No había ningún sonido; la vista era inservible aquí. Me acostumbré tanto a lo que estaba viviendo que no sé decir cuándo fue la primera vez que la vi. Una luz. Una de esas luces estereotipadas al final del túnel y la sensación del suelo formándose bajo mis pies. Torpemente tanteé a mi alrededor en lo que caminé hacia la luz, previendo el momento en que un obstáculo frustraría una vez más mi intento por abandonar la casa.
…….La luz era una hendidura vertical por el lado de una puerta no enumerada. Abriéndola completamente volví al lugar donde empecé, en el vestíbulo de La Casa Sin Fin, aún vacío, aún decorado con un tema de Halloween infantil. Después de todo lo que había sucedido esa noche, desconfiaba de mi verdadera ubicación.
…….Pero nada extraño pasó. Noté que encima del escritorio había un sobre blanco con mi nombre escrito a mano en él. Inmensamente curioso, aunque reticente, encontré el valor necesario para abrir el sobre. Dentro había una carta, igualmente escrita a mano.
…….«David Williams,
…….¡Felicitaciones! ¡Ha llegado al final de La Casa Sin Fin! Por favor acepte este premio como una muestra de su gran logro.
…….Por siempre suya,
…….La Gerencia».
…….Con la carta venían cinco billetes de cien dólares.
…….No podía parar de reír. Reí por horas. Reí mientras caminaba a mi coche y en lo que conducía a casa. Reí mientras estacionaba mi auto en el garaje y reí mientras abría la puerta principal de mi casa y me seguí riendo en lo que veía el pequeño diez grabado en la puerta de madera.
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