Esa
cosa ha estado ahí durante casi una semana. La figura de la ventana. Ni
siquiera tiene rasgos, es simplemente piel sobre una forma... "humana",
y, de alguna manera, parece estar presionando la ventana.
No sé como ha llegado hasta ahí, y no sé como librarme de ella.
Al
principio, pensé que podría ser una broma, un muñeco o un maniquí que
algunos idiotas hubieran colgado ahí para asustarme. Pero me di cuenta
de que, cuando salía de la casa para quitarlo de ahí... simplemente, no
estaba. Dejé de pensar en ello, imaginando que alguien lo habría
escondido mientras salía. Pero, cuando volví a mi habitación, miré por
la misma ventana, y estaba ahí, mirándome. Caminé por la casa, gritando a
cualquiera que estuviera ahí que saliera, pero no había nadie. Aquella
cosa no tenía pelo, ni ropa alguna, y parecía que no tenía ojos, o
siquiera una cara. Pero su cabeza siempre estaba girada hacia mí cuando
entraba en la habitación. Sentía su odio inexpresivo, su "mirada" llena
de odio clavarse en mi cuello mientras escribía en mi ordenador. Pero,
en cuanto me giraba, volvía a mirar inocentemente hacia otra dirección.
El
jueves, cansado de todo aquello, intenté abrir la ventana, pero estaba
atascada. Creo que la manos de esa cosa la mantenían cerrada. Pero miré
de más cerca su cara. Sus ojos y boca se escondían detrás de su piel,
empujando hacia fuera. Me observó, sonriendo. Por supuesto, grité.
Eché
el puño hacia atrás y lo estampé contra la ventana, decidido a librarme
de aquél maldito monstruo sonriente. Sé que soy suficientemente fuerte.
El cristal debería haberse roto. Pero no lo hizo. Se estremeció bajo mi
mano, pero no se rompió. Y esa sonrisa se hizo más, y más grande, hasta
que pensé que su cráneo se partiría por la mitad. Aquella cosa alzó su
propia mano y golpeó la ventana con la palma. Se estaba burlando de mí.
Pero entonces vi una pequeña brecha aparecer donde él había golpeado, y
retrocedí. No dejaría que aquella cosa se metiera en la misma habitación
que yo.
Así
que cogí un rollo de cinta aislante y comencé a cubrir la ventana. No
podía mirarlo directamente, casi me cagué encima tan solo con saber que
me estaba mirando. Pero, sin poder evitarlo, eché un vistazo a aquella
cara cubierta de piel. Una pequeña ojeada.
Aquella cosa estaba cabreada.
La
sonrisa ahora se había vuelto una horrible mueca llena de dientes. La
piel que cubría su boca se había rasgado y podía ver su cavernosa
garganta. Un temblor amenazante comenzó a llenar la casa, y la pequeña
brecha comenzó a expandirse por toda la ventana. Despegué la cinta
aislante. El temblor se detuvo, la piel rasgada se curó, y aquella cosa
volvia a sonreir. Ahora es de noche, y el ruido no ha vuelto a oírse. No
hay ningún sonido, ningún temblor, ningún cristal roto. Todo está en
silencio ahora. Puedo sentir sus garras clavándose en el respaldo de mi
silla. Puedo oír su piel estirarse mientras sonríe.
Me está mirando escribir.
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