Ahí estaba yo, mirándote fijamente, estabas tan linda con ese vestido rojo, rojo sangre, el olor de tu cabello estremecía cada rincón de mi cuerpo, tu cabello negro y suave como la seda, tu piel pálida que parecía porcelana, tus mejillas rojas, tus ojos negros como la noche me envolvían, como tus brazos sin movimiento.
Aquí estás tú, sin movimiento, sin aire, sin decirme nada, eres mía, tan sólo mía y nadie más mi pequeño crimen. Tus carnosos labios los besaba frágilmente, pero mordías como una fiera devorando a su presa cuando estabas conmigo, como olvidar cuando te hice mía, tu cuello, tu perfecto cuello con ese perfume de Gardenia, degollado por mí, cada beso en la herida era deliciosa, probar tu dulce sangre, tus senos tal lindos, me gustaría que estuvieras aquí conmigo de nuevo, estar contigo entre tus brazos como lo soñé era estar en el cielo y en el infierno, mi pequeño crimen.
El juego de la llamada
ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
NO! Se Recomienda Recrear (Hacer) Ninguno De Los ''Rituales'' Que Se Encuentran En Este Sitio.
ATTE: Kevin Mendoza
Antes de que te explique las
reglas del juego, hay una serie de requisitos que es obligatorio cumplir.
Primero, tienes que estar en casa y completamente solo(a); si hay alguien más,
no sucederá nada. Segundo, debes realizarlo muy tarde por la noche, más allá de
las doce. Y, por último, tienes que asegurarte de tener dos teléfonos en casa.
Estos dos teléfonos deben ser de tu propiedad, no pueden ser de un amigo o de
un familiar, y es indiferente si son teléfonos móviles o fijos siempre y cuando
solo tú tengas control de ellos.
Una vez que hayas cumplido
estos requisitos, necesitarás dos habitaciones para poder jugar y ambas
habitaciones deberán estar iluminadas (mientras que el resto de la casa no).
Por razones que explicaré más adelante, asegúrate de que haya cierta distancia
entre los cuartos.
Por el contrario, si alguien
ha atendido la llamada, oirás un silencio mortificante, seguido por susurros
extraños y sonidos parecidos a muebles moviéndose. No te asustes, y por lo que
más quieras, no cuelgues la llamada, ya que la persona que está al otro lado de
la línea lo verá como de muy mala educación. Una voz gutural pero manejando de
forma perfecta el idioma te saludará cordialmente e iniciará una conversación.
Primero te preguntará cosas
triviales. Conforme los minutos vayan avanzando, te cuestionará acerca de cosas
más y más personales que te verás obligado a responder por parecer cortés. Si
le llegases a decir una mentira para finalizar la conversación, como decir que
tienes poca batería o poca cobertura, no reaccionará a tu gesto de la manera
que planeas.
Llegará un momento en el que
te preguntará en dónde está tu cuarto, y tú, habiendo caído en su manipulación,
te sentirás tentado a decírselo (hazme caso, su poder de convencimiento es
increíble). Ten la suficiente fortaleza como para no llegar al extremo de
revelar en dónde estás. Pídele, por el contrario, jugar a un juego.
Desconectados de Amor. (+18)
ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
Terror Psicologico1 se deslinda totalmente de la responsabilidad y el impacto que pueda causar esta historia.
Terror Psicologico1 se deslinda totalmente de la responsabilidad y el impacto que pueda causar esta historia.
ATTE: Kevin Mendoza
La pornografía...
es lo único que me satisface, es solo lo que me hace sentir más y más
satisfecho, puedo ver una gran variedad de mujeres siendo penetradas por
hombres en su mayoría muy bien dotados, el solo oír sus gloriosos gemidos de
esas perras me hace excitar más que ninguna otra cosa... más que esa puta de mi
esposa.
-Harold,
ya está la comida, ¿no piensas bajar y dejar por solo un rato de ver tus cosas?
- Dijo ella con un tono firme.
- ¡Yo
bajare cuando sea conveniente, querida!
Aló que
ella contestó con voz quebradiza y rudeza.
- ¡ya
estoy harta, Harold, yo te he dado cualquier libertad de ver pornografía porque
me decías que mejoraría nuestra relación...
Tire el
celular a la cama y más que furioso y entrando en un ciclo de desesperación, abrí
la puerta de la habitación y baje los escalones uno por uno tratando de contener
la gran furia que me trataba de contener.
-A caso, cariñito,
¿tú crees que me das permiso de ver porno?, ¿te crees mi dueña?, pendeja...
A lo que
con una voz más quebradiza y casi balbuceando dijo la esposa...
-Pe-pero,
somos un matrimonio, debemos de est- est- estar juntos en cualquier decisi...
-la esposa fue abruptamente interrumpida por Harold.
- ¡cállate!,
¡solo cierra el puto picó por primera vez en tu vida! -Dijo Harold con una voz
despiada y furiosa.
-tú eres
una perra descarada, ¿acaso no recuerdas el 19 de febrero?, hace apenas 3 meses?
La esposa
solamente se quedó mirando a Harold de manera desconcertada y con mucha extrañeza,
-a lo que la esposa tomó palabra.
-estas
alucinando Harold no recuerdo nada en especial en e esa fecha...-ahora Harold
furioso empezaba a gritar-.
-¡ERES
UNA HIJA DE PUTA!. Harold terminando de decir esa última oración le soltó un puñetazo
en la cara.
- ¡me engañaste!
La esposa
ya hacía en el suelo sangrando de la boca mientras Harold se mantenía erguido
con una postura dominante.
Ese 19 de
febrero, la esposa desesperada y con deseo de alguien que a un minuto de tener
sexo no eyaculara, como es el caso de Harold que, por ver tanta pornografía
durante años, tenía el mal que ningún hombre quisiera padecer, eyaculación
precoz...
La esposa
contacto a un prostituto que tenía buena fama, no fue barato, pero la esposa
tuvo la experiencia que en años o tal vez toda su vida habría experimentado...
Después
de esa tarde, la esposa no actuaba nada bien, ya que ahora solo parecía su
esclava, y sólo obedecía a su esposo en lo que fuera, sea sexo o aceptar que su
marido siguiera viendo porno, solo actuaba bajo sus órdenes. Su esposo ni si
quiera le pidió disculpas por el puñetazo, solo sirvió para poner una
amenaza a su esposa, y si pensaba decirle a alguien lo que pasó, él se
encargaría de arruinarle su vida, ya que Harold era un hombre de negocios
exitoso y podría contarse a los mejores abogados.
Todo fue
bajo el mandato de Harold en la casa.
Hasta qué
dos días después vino lo peor para el...
El Plan
¿Alguna vez te has sentido observado? ¿alguna vez
has sentido ese sentimiento de estar siendo vigilado? si es así, permíteme
contarte esta breve historia...
Antes de que aquello pasara, yo era un tipo normal.
Con esposa y una hija, tenía un trabajo estable y una vida tranquila. Mi hija,
Emily de 17 años es lo más preciado para mí en este mundo.
Aunque estoy aquí escribiendo estas palabras, no
para contarte mi aburrida vida, sino para prevenirte de algo que todavía es un
misterio sin resolver para mi vasta compresión que tengo como simple ser
humano.
La mente humana es extraña, es incomprensible hasta
para los mismos seres humanos y cuando creemos que logramos comprenderla del
todo, parece que "algo" nos adormece para que no podamos ir más allá.
Donde se encuentra la verdad del todo.
Es complicado, a veces siento como si el todo es
algo intangible para mi mente, solo es comprendido como real, pero nunca
tangible como tal.
Tu como yo, puedes percibir que estás viviendo,
puedes percibir tus latidos como tu forma respirar, hasta puedes distinguir- en
algunas ocasiones-, un sueño de la realidad. Pero aquí esta lo inquietante, que
tan fina es la línea entre "Lo Real" y lo que nuestro subconsciente
crea a partir de lo que percibimos.
Que será aquello omnisciente y omnipresente, que
parece jalarnos de la correa cuando queremos ir mas allá de "Lo
Real".
Emily, mi hija, pensaba mucho en estas cosas, a
veces eran comentarios al pasar, pero había oportunidades en las cuales, el
tema parecía exaltarla y ponerla muy nerviosa.
No fue hasta una noche de verano en la que nos
quedamos hablando de este problemilla que la atormentaba. Solía decirme que había
detalles casi imperceptibles para la mente humana, que había un sistema el cual
se encargaba de que todo vaya de acuerdo al "plan".
No estábamos dentro de una computadora gigante, eso
es algo muy absurdo, había algo más que superaba imaginario. Era algo más bien,
de un delirio espiritual. No encontraba otra respuesta más coherente.
Al cabo de unas semanas, Emily empezó a tener unos
comportamientos muy raros en ella. Se despertaba a la madrugada y se paraba en
el balcón durante horas, incluso hasta que amanecía, a veces se despertaba
abajo de su cama sin saber cómo había llegado ahí. O al menos eso nos decía a mí
y a mi esposa.
Sucesos aún más extraños pasaron en los próximos días,
hasta que una noche, sentí un ruido extraño que me causo escalofríos, como si
alguien estuviera abanicándose, pero de forma muy lenta. el sonido era casi
inaudible a mitad de la noche.
Me levanté de mi cama y decidí dirigirme hacia el
comedor, pero el sonido no provenía de ahí, venía desde el cuarto de Emily.
La navidad pasada me rompiste el corazón
Mientras me siento aquí mirando el árbol de Navidad, con sus luces y adornos, no puedo evitar pensar en nuestra primera Navidad juntos. ¿Recuerdas cuando nos mudamos aquí? Estabas decidida a ser cantante, incluso había empezado a trabajar en dos empleos para pagar tus clases de canto, pero valió la pena, para que tus sueños se hicieran realidad.
Esta época del año siempre fue nuestra favorita, como lo es para la mayoría de la gente. Caminábamos por el centro de la ciudad abrazados, mientras admirábamos las luces y los colores de los adornos navideños, Dios mío, eras tan hermosa. Recuerdo nuestro primer árbol de Navidad, era un árbol pequeño de aspecto horrible, pero era todo lo que podíamos pagar. Fuimos a compramos oropel y bombillas de todos los colores, ahí fue cuando viste la estrella, era hermosa como tú, y era la más brillante de todas, sabía que no podíamos permitírnoslo pero no podía decirte que no. Fue la Navidad más feliz que he tenido.
Eso fue hace mucho tiempo, y a medida que pasaron los años comenzaste a llamar la atención por sus talentos, ya estaban en camino a la cima. Aún así dijiste que me amabas y que para esto habíamos trabajado tan duro, quería creerte, pero en el fondo sabía que no era así. Te volviste más distante, entre las giras y las fiestas nunca estabas en casa. La Navidad pasada te rogué que me ayudaras a decorar el árbol, tenía la esperanza de que reavivaría esos viejos sentimientos que tenías por mí. Dijiste "Estoy muy ocupada" y a eso respondí "al menos cuelga la estrella" con una voz tan fría respondiste "Tengo un regalo temprano para ti" mientras destrozabas esa hermosa y vieja estrella, "Hemos terminado, adiós".
Desde la oscuridad
Silvia
había comenzado el descenso por la cuesta de manera suave. Siempre le gustaba
comenzar las bajadas así, suave, sin pedalear, sobre su bicicleta roja y con
cinco marchas.
Era
finales de junio. Apenas corría el aire. El sol estaba en todo lo alto y no
había nadie que observara su hazaña. Creyó que ya era hora de darle duro a los
pedales cuando llevaba un tercio del
recorrido. El paisaje discurrió a toda velocidad. Muros coronados de cristales
y hierros oxidados, convertidos en finas líneas rojas y grises a sus flancos.
Ya
veía la meta. Una curva con un banco al lado de un olmo. El vértigo del final
le sobrevino desde el vientre hasta la coronilla. Derrapó, gruñó, y observó con
satisfacción cómo no perdía el equilibrio mientras ascendía el polvo sobre su
rueda trasera.
Exhaló
el aire que había contenido antes de detenerse y miró con orgullo la empinada
cuesta y la muerte segura que acababa de esquivar en último momento. A sus
nueve años se sentía la reina de toda la colina, la ciudad, el mundo entero.
-¡Silvia!
La
heroína de la colina se giró y vio llegar a sus amigos de verano (de verano
porque eran los únicos a parte de ella que no se irían de vacaciones fuera de
la ciudad). Eran Víctor y Pablo.
-¡Eh!
Creía que habíais quedado para ver Hora de Aventuras.
Ambos
chicos se encogieron.
-¿Recuerdas
la casa que está a la derecha del asilo abandonado? -dijo Víctor.
-¿La
de las paredes grises? ¿Esa que da tan mal rollo?
-Tu
madre nos dijo que estabas aquí, queríamos que vinieras a verlo tú también
–contestó Pablo.
Silvia
dudó un momento. Esbozó una media sonrisa y los acompañó para ver qué chorrada
se habían inventado.
Los
tres se plantaron frente a la verja oxidada. Bajo la luz del sol de las cuatro
de la tarde, sólo parecía una casa vulgar, vieja y abandonada, sin más. De vez
en cuando pasaba alguna persona con bolsas de la compra o algún coche a veinte
por hora. Víctor y Pablo se mostraban excitados, con una extraña complicidad
entre ambos. Se adentraron en el terreno de la casa. La hierba estaba crecida.
Las moscas revoloteaban. El olor de algún gato o rata muerta llegaba desde
alguna parte; aquello era lo más desagradable de la escena. Ambos chicos se
arrodillaron frente a la entrada sin puerta. Silvia permanecía detrás de ellos
sujetando su bicicleta roja.
-Ahora
mira, ¿vale? -dijo Pablo en un tono tan solemne que Silvia tuvo que ahogar una
risita aguda.
Ambos
chicos la miraron ofendidos por no tomarse aquello tan en serio como ellos.
Víctor
lanzó a la oscuridad de la puerta una pelota de tenis que llevaba en el
bolsillo. Cayó en la oscuridad opaca del interior sin emitir sonido alguno.
-¿Y
ahora qué? ¿Me vais a decir que si me atrevo a ir a por ella?
Ya
se disponía a entrar en la casa pero Víctor la agarró por el brazo.
-No,
espera… ¡Mira! ¡Ahí!
¿Cuánto por la chica?
"Entonces ... ¿cuánto cuesta la chica?"
He tratado con tipos como este antes, pero nunca he estado tan desesperado, se nota en mi voz.
"Lo siento, hombre, no se puede".
"Vamos, no me jodas, ¿cuánto?"
La ira se escapa de mi garganta, no me arriesgaré a perder a la chica. Ella merece algo mejor que vivir el resto de su vida pudriéndose.
"Mira, te lo dije, no la estamos vendiendo. ¡Ahora lleva tu culo a casa, viejo!"
Mi frente se arruga, sigo presionando - "No pretendas que no hay un precio, solo dime de qué se trata, ¡pagaré cualquier cosa! Solo dime ¡¿CUANTO POR CHICA?!"
"Realmente piensas que ella es especial, ¿eh?"
Asiento con la cabeza.
"Bueno, este es el trato, amigo: estamos a punto de irnos. Y estamos ya listos. Así que, francamente, creo que tu mejor opción, es ir a los muelles e intentar encontrar a alguien más. La chica no irá a ningún lado, ¿Capisce?
Miro a la chica, es muy linda. Acaba de florecer en una mujer joven. Hermosa. Sé que va a estar mal si la llevo a casa conmigo. Pero no puedo evitar lo que no controlo.
"Mira, NO HAY nadie más. Ahora, ¿podrías escucharme, escuchar la razón, por un minuto? Ella es perfecta, la amo, quiero cuidar de ella. ¡Así que MIERDA! ¿Cuánto por la niña? ¡¿Hijo de puta?!"
"Nah, hemos terminado aquí. Jodete, que tengas una buena vida. ¡Oh, y - mantente a salvo!"
Con los ojos llorosos y el corazón nauseabundo, observo cómo el barco comienza su partida: la última evacuación de nuestra isla en cuarentena.
"Lo siento querido ... lo intenté, pero ya no había espacio" susurro entre sollozos, agarrando a mi nieta en mis brazos.
Si no se va la señora que me está mirando, probablemente esto es lo que pasó
Ahora mismo estoy en mi cama, intentando dormir, no sé si es mi cabeza, no sé si sólo estoy cansado...no, no puede ser eso, esa mujer no puede ser producto de cansancio, debe ser una de esas muchas veces que algo desconocido se queda mirándome, se acercan, me miran y me miran más; estoy hartándome de ello, pero nunca se quedaban mirándome en mi cama, o en mi casa pero cada vez que lo hacían era más cerca de mi casa ahora que lo pienso, empezó hace un año en un viaje a Nuevo Vallarta, era un viaje divertido pero una de esas noches decidí ir a caminar fuera del cuarto por las instalaciones del hotel, pasó una media hora y vi a una mujer pasar por los cuartos vestida con pantalón de mezclilla y una blusa fajada en su pantalón...pero lo raro fue que estaba de cabeza, caminando con las manos en el suelo y los pies al aire, cuando la vi pensé en preguntarle porque haría eso a las 11:30 de la noche pero cuando conectamos las miradas se acercó corriendo de cabeza hacia mi hasta quedar a cinco metros aproximadamente de distancia, salté del miedo y estaba esperando un ataque de esa mujer extraña pero sólo sentí frío, ni pude caminar lejos de ella por 2 minutos, estaba petrificado aceptando mi muerte pero no hizo nada, caminé lejos de ella hacia el cuarto y cuando volteé atrás no la vi.
Esa fue probablemente la primera vez que vi algo así y siento que esa mujer está relacionada a lo que siguió pasando de ahí hasta el día de hoy, esa mujer que vi por primera vez se veía como una mujer normal, con blusa, maquillaje, pero tenía la mirada muerta, como si la luz de sus ojos ya no existiera con las pupilas dilatadas al máximo, luego empecé a ver a diversos tipos de asechamientos desde niños hasta hombres obreros y una vez fue un anciano, todos con una característica en común, los ojos...muertos, incluso empezaba a acostumbrarme, cada uno tenía nuevas posturas, nuevas contorsiones corporales, después de ellos aparecían los que tenían ojos rojos, la mirada muerta pero los ojos rojos sangre.
En el lugar mas recóndito de los Sueños
Soy un hombre que trato de no pensar demasiado las cosas, considero que cuanto mas se medita sobre un tema, mas difícil se torna tomar una buena decisión. He venido del a ciudad, el ajetreo del centro me estresaba demasiado así que decidí irme a vivir a una zona mas calmada, no en el campo sino en un barrio menos poblado en la misma ciudad.
Es un barrio sospechosamente tranquilo, las casas son bajas y todavía hay calles de tierra, lo cual me extraño bastante, era un concepto raro para mi, el chico de ciudad.
La casa en la que me encontraba era bastante amplia para mi, un living grande, una pieza amplia y un baño normal. Yo lo considero bastante bueno, ya que soy un hombre soltero.
Pasaron varias semanas y yo ya me encontraba instalado, ya había sacado todo de las cajas, ya tenia Internet y todo lo necesario.
Pero hablemos del barrio, era bastante extraño, cuando salia a hacer mis compras mis vecinos me miraban, incluso si estaban en la otra cuadra o estaban de espaldas hacia mi, se giraban para mirarme, todos me miraban siempre de forma extraña, como si fuera el centro de todo lo que hay alrededor.
En cuanto al ambiente, si estaba mas tranquilo a pesar de este detalle incomodo, pero en este lugar, el tiempo parece transcurrir lentamente, como si todo estuviera en cámara lenta y las cosas que están en movimiento, como los autos o incluso las hojas de los arboles, parecen difuminadas en el tiempo.
Cabe mencionar, que en este lugar, no hay nunca un día o una noche precisamente, parece como si siempre estuviera amaneciendo o anocheciendo.
Aunque cabe destacar que la mayor parte de mi tiempo fuera del trabajo, osea ya en mi casa devuelta, o estoy durmiendo o ni siquiera salgo a la calle.
Mi estrés comenzaba a aparecer de nuevo, ya las miradas eran miradas fijas y enojadas, como si estuvieran viendo algo que les molesta.
Empiezo a perder la noción del tiempo y comienzo a perderme en pensamientos y las cosas cambian como si cumplieran algún tipo de patrón en este inhóspito lugar.
Parece estar siempre de noche, ya no veo salir ningún sol salir por el horizonte en las mañanas. Tampoco veo ningún sol irse cuando anochece. Las cosas están cada vez peor, y el lugar se vuelve cada vez menos habitable para mi.
Pero lo que mas me inquieta, es la casa de enfrente de la mía, mi ventana da a la calle y esa casa vieja, parece que hace mucho esta deshabitada y abandonada aunque desde que me mude nunca la he notado hasta esa noche.
Habia alguien en la ventana corriendo la cortina negra de la habitación, pareciera mirarme fijo, pero con una mirada vacía y llena de incomodidad, pues esta cara no tenia ojos, tenia la boca permanentemente abierta. Me quedé varias horas mirándola, y no hacia ningún movimiento, llegué a pensar que se trataba de una broma de mis odiosos vecinos, pero no.
Dejé de ir al trabajo, pues ya nunca amaneció esa noche, y ese rostro persistia a través de las cortinas negras, ese rostro palido y espeluznante.
El perseguidor | The Pursuer.
Esa noche, las últimas franjas de luz pálida se debilitaban en la vastedad de la ciudad. Las calles, aún húmedas por la lluvia reciente, destellaban tenuemente. El alumbrado público no había cobrado vida, y las calles permanecían suspendidas en ese apasionante momento desenfocado entre la luz y la oscuridad.
Iba camino a mi casa luego de lo que había sido un día de trabajo difícil, dejándome exhausto y desalentado. Daba pasos largos y mis manos iban recogidas en mis bolsillos a manera de puños, enterrados al fondo de la tela. Hacía frío. No un frío mordaz; uno asesino. Un frío que deslizaba sus níveas manos trepando ligeramente por mi piel —murmullos de tacto que ocasionaban piel de gallina y sospecha—. Pude sentir mi ritmo cardíaco acelerarse, mi aliento agitarse.
Me detuve, cerré los ojos y escuché el crujido ahogado de una pisada detrás de mí. Luego nada.
Alguien me seguía.
Me preparé para salir corriendo, con todos los resortes y engranajes girando, y ahora era inconfundible. Definitivamente tenía a un perseguidor.
No miré atrás, solo corrí. Mi pie golpeó el pavimento con fuerza, chirriante. Corrimos juntos, mi perseguidor y yo; un baile maníaco de alto riesgo. Por carreteras, callejones y sobre latas de basura. Al final, llegamos a mi calle. Salté apoyando el brazo sobre una valla, atravesé un patio. Llegué a mi entrada; una inspección frenética de mis llaves. No lo dudaba, si solo podía llegar a mi sótano antes de ser capturado, estaría sano y salvo en casa.
Corrí a la puerta de mi sótano, empujándola de su marco, y luego recorrí las escaleras saltando los dos últimos escalones antes de ocultarme en las sombras.
Mi perseguidor detuvo su ritmo en tanto se acercó a los escalones de mi sótano; con cada pisada, descendía todavía más hacia el brillo turbio. Un débil rayo de luz que caía, resplandeciente, desde la entrada del sótano me permitió ver la mano de mi perseguidor cepillando y palpando su camino a través de la gélida pared del sótano, buscando el interruptor de la luz. Escuché cada aliento que tomaba —irregular, pesado y húmedo—.
Cuando su mano descubrió el interruptor
He estado recibiendo cartas extrañas de la prisión de St. Louis
Quizá bajé mi guardia por el hecho de que llegó a las tres de la tarde. No tocó la puerta con la fuerza que se esperaría de un hombre de su estatura —postrándose ante mí con sus casi dos metros, de hombros anchos y de nudillos macizos—. Cuando le pregunté cómo podía ayudarlo, metió su mano en el bolsillo de su abrigo, sacó un sobre y me lo pasó. ¿Quién viste con abrigos en agosto? Tomé el sobre y le di un vistazo. El frente había sido estampado varias veces con información del Centro Penitenciario de St. Louis. Una carta de prisión; fantástico. No conocía a nadie que estuviera en prisión. Luego, me fijé en una nota adhesiva sujetada con un clip al reverso del sobre. Simplemente decía:
«Por favor permita que el mensajero esté presente para que sea testigo de la lectura de esta carta».
Miré hacia la figura del hombre que se imponía en mi pórtico. Aunque era grande, no parecía ser amenazante. En todo caso, su sonrisa tranquila me hacía pensar que era un tanto amigable. Le pregunté si sabía algo del contenido de la carta, pero el hombre alto se encogió de hombros. Asentí y lo invité a entrar.
En la cocina, nos sentamos en la mesa uno frente al otro. Le ofrecí algo de café, pero declinó en silencio. Observándolo una última vez, pelé la solapa trasera del sobre y extraje la carta de diez páginas garabateadas con caligrafía apresurada sobre papel amarillo rayado. La carta empezó:
El Burdel de las parafilias: Hibristofilia, masoquismo y Bundy [Capítulo 3] (+18)
ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza
Ahí estaba Alyssa Romanova (Liss) entrevistándose con una nueva clienta. Recibía a unos cuarenta al día, de los cuales apenas la mitad aceptaban los términos del acuerdo, y muy pocos eran los que hacían peticiones interesantes. Frente a ella se encontraba una joven de diecinueve años —bastante delgada— que evitaba hacer contacto visual y llevaba una falda corta y una camiseta de tirantes: su nombre era Jazmín Auz.
—De acuerdo, señorita Auz, ¿vino porque tiene algo en específico en mente o quiere que le sugiera alguna de nuestras parafilias más populares?
—He pensado en algo, pero es… es algo imposible —Al escuchar esto, Alyssa apenas evitó hacer un sonido de molestia; escuchaba esa palabra muchas veces al día y rara vez precedía a una fantasía difícil de realizar, normalmente se referían a alguna situación incestuosa o de adulterio, nada que un buen secuestro no pudiera solucionar. Muy raras ocasiones había circunstancias más complejas, pero no había imposibles para ella.
—Esa palabra no existe para nosotros —respondió Liss con completa convicción.
—Quiero tener sexo con Ted Bundy —le respondió Jazmín mirándola por primera vez a los ojos, desviando de inmediato la mirada y retomando su tono tímido—. Bueno, no tendría que ser él, no quiero tener sexo con un esqueleto… podría ser un imitador.
—Ted Bundy, buena elección. ¿Tiene alguna otra petición?
—Sí, quiero que sea agresivo, pero no lo suficiente como para hacerme daño permanente.
Liss le dijo que su habitación estaría lista pronto y le indicó que esperara en la sala dos. Jaz entró tímidamente a aquel lugar ruidoso y tomó asiento lejos del resto de la gente. En el escenario había una mujer desnuda y amordazada, de pie, con los brazos y piernas atados a los extremos del lugar; a su lado había una mujer con un vestido diminuto de cuero, que portaba una máscara de conejo negra que solo dejaba al descubierto sus labios, y a la orilla del escenario había una anciana de aspecto maligno, sentada en una mecedora con una canasta llena de utensilios diversos.
La coneja se acercó a la mujer encadenada con un machete gigantesco, acarició su cuerpo y mordió uno de sus pezones haciendo que se estremeciera. Se introdujo dos dedos a la boca para humedecerlos y empezó a manipular el clítoris de su esclava, que a pesar del temor, no pudo evitar sentir placer. Con la mano libre, alzó el machete y lo dejó caer sobre el muslo izquierdo de su víctima, rebanándolo cual filete, y provocando que se retorciera frenéticamente y gimiera de dolor. Le arrojó el trozo de piel a la anciana, que comenzó a manipularlo con sus arrugados y deformes dedos.
La torturadora siguió desollándola como si fuera un animal, jalándole la piel y utilizando el machete cuando era necesario, mientras que su víctima lloriqueaba suplicante. Arrojaba los trozos de piel a la anciana, que movía las manos con una velocidad anormal y no permitía ver lo que hacía con aquellos restos humanos.
El escenario estaba salpicado de sangre y la víctima ya no reaccionaba demasiado; Jazmìn estaba impresionada, quería tocar aquel cuerpo rojizo y viscoso que apenas conservaba piel en los brazos, pies y rostro. La sádica liebre tomó unas pinzas de entre las herramientas de la anciana, le quitó la mordaza a la figura ensangrentada y comenzó a arrancarle los dientes uno por uno, arrojándoselos a la anciana que los tomaba y usaba para un propósito desconocido. Cuando terminó con la dentadura, la observó detenidamente: ya no conservaba fuerza alguna y apenas era sostenida por las largas cadenas. Acarició su rostro agonizante con sangre fluyendo de las encías lastimadas, y lo besó procurando lamer toda la sangre en él. De pronto la voz de la anciana la interrumpió, había terminado su extraño cometido.
De pie se podía notar que la anciana no podía medir más de un metro cincuenta. Ella caminó hacia la enmascarada sosteniendo el montón de piel humana, desató su pequeño atuendo de cuero que cayó al suelo, dejando ver un juvenil cuerpo perfecto, y, en su lugar, colocó los trozos de piel que había convertido en un vestido. Le quitó la máscara y la remplazó por una diadema que había decorado con los dientes arrancados. Al retirarse la anciana, Jazmín pudo notar que la sádica coneja era tan solo una jovencita de quince años.
Con el vestido de piel y la diadema parecía una versión gore del hada de los dientes. Caminó por el escenario como si se tratara de una pasarela, y, finalmente, hizo una reverencia ante el público que estalló en aplausos. Jaz estaba maravillada ante el espectáculo y se unió al entusiasmo general, hasta que una voz aguda la asustó.
—Señorita Auz, su habitación está lista —le dijo una criada—. Le corresponde la docientos siete, sígame.
Jazmín la siguió hasta el segundo piso, entonces le fue entregada una tarjeta y una pequeña llave, ambas con el número docientos siete en ellas; le pareció un poco extraño que la acompañara hasta ese punto, pero no hasta su habitación, mas no le dio importancia y se dedicó a buscar su habitación.
Todas tenían grandes puertas metálicas, lo que la puso un poco nerviosa, pero siguió caminando hasta la docientos siete y deslizó su tarjeta por la ranura indicada; la puerta se deslizó automáticamente. Jaz dio un par de pasos hacia dentro y la puerta volvió a cerrarse, asustándola. Tras un pequeño pasillo había una puerta de madera con un letrero en ella, «T. Bundy»; por un momento se sintió como Clarice visitando a Lecter, pero a diferencia de ellos, aquí no habría un vidrio entre ambos. Introdujo la llave en la cerradura, rogando por que la fama del lugar estuviera justificada y que no apareciera frente a ella un imitador de Bundy regordete y grotesco. Giró la llave y entró al lugar.
Era un cuarto de hotel como cualquiera, con escasos muebles (tal parecía que hasta ahí había llegado su presupuesto) y pudo ver a un hombre en cuclillas que parecía muy abstraído en alguna actividad, pues ni siquiera volteó cuando ella cerró la puerta. Estaba de espaldas, así que Jazmín se acercó cautelosamente intentando descubrir qué era lo que hacía. Cuando estuvo a apenas un metro de distancia, lo averiguó con horror: estaba agazapado sobre el cadáver de una mujer, extrayendo sus intestinos con la ayuda de un largo cuchillo.
Jaz no pudo reprimir un grito y el hombre giró hacia ella, era increíblemente parecido a las fotografías y videos que había visto de Ted Bundy; el cruel asesino salpicado de sangre dejó al cuerpo inerte y se acercó a ella, aún sosteniendo su afilada arma. La mujer estaba paralizada por una oleada de excitación y terror, que aumentó cuando él la sostuvo fuertemente de la cabellera y la besó con brusquedad, para luego abofetearla con tanto ímpetu que la derribó.
El rostro de Jazmín ardía y palpitaba deliciosamente por el dolor, y deseó a ese hombre más que nunca. Él se arrodilló frente a ella, recorrió sus piernas desnudas lentamente con el cuchillo hasta llegar a su falda, que cortó violentamente causándole heridas en los muslos, en tanto que su ligera camiseta cedió con facilidad ante el filo, al igual que su ropa interior.
4:03 am
Eran las 4:03 de la madrugada y me desperté gritando. Fue un sueño.
En mi sueño, vi a todo aquel que conozco o amo ser asesinado por una criatura. Su cuerpo era de baja estatura aunque voluminoso, con largos brazos delgados que terminaban en garras similares a espadas. Sus ojos eran aberturas que despedían un rojo vibrante en la oscuridad, y exhibía hileras de dientes afinados como cuernos.
Me observaba antes de aniquilar a mis allegados, y reía cada vez que los mutilaba blandiendo sus garras.
¿Y cómo nos había encontrado? Me engañó para que lo dejara entrar a mi habitación imitando la voz de mi papá. No podía entrar sin que se le concediera el permiso, me dijo esto cuando estrujó el corazón de mi mamá. El sueño acabó con la criatura produciendo su cacareo burlesco y moviéndose lentamente hacia mí, raspando el suelo con sus garras. Yo grité y me levanté. Estaba en mi dormitorio, a salvo una vez más.
4:03, escuché que llamaban a mi puerta. Me congelé al instante.
Tan Cerca…
El carrito de la compra se encontraba a tan sólo diez metros de Sara. Lo necesitaba para
cargar suministros, hasta su austero, deprimente e insalubre, refugio. Pero el carrito…el
maldito y necesario carrito, estaba encadenado en perfecta hilera a otros veinte más.
Llevaba con ella unas cizallas para la ocasión. Estaba preparada, ella siempre lo estaba,
por eso había sobrevivido al fin del mundo. Aunque el mundo seguía allí, los pájaros
cantaban, y los gatos y ratas, reinaban sobre la inmundicia y la enfermedad, pero los
muertos habían adoptado la mala e indecorosa costumbre de no permanecer muertos en
perfecta descomposición, célula a célula. Seguían siendo apestosos, e incluso se
descomponían lentamente bajo el Sol. Pero para desgracia de Sara, aún se movían y
buscaban la compañía de toda persona viva y desgraciada que se encontraran en su
rutina diaria, que consistía básicamente en deambular y soltar un sentido:
“Hugn…mmm…Hugn…”.
El muerto daba vueltas alrededor de los carritos en fila. Llevaba puesto su uniforme de
trabajo. Un polo azul y unos pantalones negros. Condenado a seguir por siempre, -o
hasta que su cuerpo se desparramara finalmente, haciéndose uno con el asfalto- en su
puesto de trabajo, cerca de los carritos de la compra. Sara nunca había tenido que
enfrentarse a ningún muerto que se negaba a permanecer tumbadito sin molestar.
Siempre había tenido la posibilidad de escapar, o pegar un rodeo. En su mano derecho
aferraba las cizallas, sin duda podría usarlas como arma. Pero no quería, no podía.
Quizá, si lo atrajera y después volviera corriendo hacia los carritos, tendría una
oportunidad de cortar la cadena en el tiempo transcurrido hasta que el diligente
trabajador, volviera a su perenne puesto de trabajo. Sara se armó de valor, se acercó lo
suficiente como para poder leer el nombre en la chapita de identificación. Se llamaba
Armando.
Armando se giró torpemente con la mirada perdida hacia Sara, emitió su típico,
“Hugn…mmm” y arrastró sus pies descalzos y desollados hasta la muchacha que tenía
enfrente suyo. Sara se preguntó el por qué de sus pies descalzos, quizá en algún
momento había necesitado todo el sigilo de que sus pies eran capaces, pero a juzgar por
los mordiscos en brazos y pies, no le había salido muy bien la jugada.
Sara lo atrajo con facilidad, alejándolo unos cincuenta metros de su principal objetivo
vital en aquellos instantes. Se sonrió con nerviosismo mientras recordaba cuales habían
sido sus anteriores objetivos vitales antes de aquello, irónicamente le parecían
gilipolleces sin importancia. Volvió corriendo hasta los carritos. Intentó con todas sus
fuerzas cortar una de las cadenas, pero no era capaz de romperlas por mucho que lo
intentaba. Armando ya estaba de vuelta, casi encima, de nuevo en su puesto de trabajo a
perpetuidad. Hacía mucho calor, demasiado, era verano. Sara no recordaba el mes, sólo
sabía que la temperatura llevaba siendo insoportable demasiado tiempo ya. No había
una sola nube y debían de estar a unos enfermizos 37º. Repitió el mismo proceso 5
veces más, con idénticos resultados. Se sentía mareada, Armando seguía tras ella,
siempre tras sus pasos, pues jamás se separaría de ella y su puesto de trabajo.
“Si tan sólo pudiera derribarlo de un golpe seco en ésa geta de imbécil…”
Diario de una chica gorda | Diary of a Fat Girl.
Querido Diario,
Así es como se supone que debo comenzar esto, ¿cierto? Nunca he mantenido un diario antes, ni quiero hacerlo, pero el hospital dijo que tengo que hacerlo como parte de mi “plan de tratamiento”. Gracioso.
Déjenme rebobinar un poco.
Siempre he tenido sobrepeso, desde que era un infante. Asistí a una escuela cristiana estricta, y afortunadamente nunca fui víctima de bullying debido a esto (pero siempre puedes notar a los demás niños mirándote).
Empeoró a medida que crecía, simplemente parecía que me expandía hacia todas las direcciones, excepto hacia las que quería. Así que no solo soy gorda, sino que también soy muy baja. Te has de imaginar que esto no le hizo bien a mi autoestima.
Por culpa de mi peso, siempre he odiado las clases de Educación Física. Antes que nada, está el que tengas que desvestirte frente a las demás chicas bellas y delgadas que me veían de reojo. Dios, me da pena escribir esto. Podía sentir todo mi cuerpo emanar rojo cuando sentía sus ojos fijados en mí. Luego venía el ejercicio como tal. Me daban dolores de pecho terribles y no podía correr más de cien metros, y ni siquiera intentaba los deportes en equipo (nadie me elegía de todas formas).
Probé dietas. Todas las dietas que te puedas imaginar. Atkins, sopa de calabaza, 5:2… Nómbrala, y la he intentado. Pero nunca funcionan, siempre termino cediendo y subiendo de peso.
Las cosas se pusieron muy difíciles hace dos años. Empecé a tener dolores de pecho fuertes y me llevaron al hospital en un apuro. Los doctores dijeron que mi peso estaba en un nivel peligroso y que mi corazón sufría en consecuencia. Tuve que cambiar mis hábitos. Mis papás me rogaron que lo hiciera. Compraron todos los alimentos indicados e incluso me vigilaron a veces mientras comía. ¿Pero cambié? No. Aún era la glotona obesa que siempre había sido.
Aumenté de peso. Sé lo que estás pensando. Por qué. Por qué me hacía esto a mí misma. Por qué no solo me hacía sufrir a mí misma, sino que sometía a mis padres a ello también. Bueno, Diario, te lo diré. ES PORQUE TENGO CERO AUTOCONTROL, OBVIAMENTE. Joder. Me odio. Puedo sentir mis rollos de grasa. Odio ir de compras por ropa. Nada es de mi talla. A veces, me siento en mi cama y me lamento por el poco control que tengo sobre mi vida.
3/20/15
Lo siento, Diario, olvidé poner la fecha la última vez, pero han pasado casi tres semanas. Me mandaron al hospital de nuevo por mis dolores de pecho. Los doctores fueron duros, vi psicólogos sobre mis problemas de peso. Más allá de eso, no hay mucho que reportar… sigo siendo una gordita. ¡Y quizá siempre lo seré! Te actualizaré cuando haya perdido algunas libras… puede que tarde un poco.
Una historia de mi abuela.
Gracias al cielo tengo a mi abuela viva, porque sin ella no habría
escuchado esta historia que os vengo a contarles.
Mi abuela se llama Dory, vivió su infancia en una hacienda humilde,
contaba al menos con dos cerdos, una yegua, dos perros, y sobre
todo sus gallinas, fuera de la ciudad, en ese tiempo su hermana
(María) tenía unos 5 meses de nacida.
Ella me contó que ese día obtuvo el susto más grande que pudo
sentir.
Era un día común de la semana, supuse que mi mamá llegaría tarde
ese día, debido a que caía agua del cielo de manera increíble, tanto
que la gotera en la cual caía una gota de vez en cuando, esta vez era
un chorro de agua, además, gracias a esa inmensidad de lluvia que se
precipitaba con gran fuerza, esa gran gotera consiguió dos
compañeras, una cerca de la entrada y la otra en la entrada de la
cocina, agradecí a Dios que esas goteras no hayan parecido en las
dos únicas habitaciones que teníamos.
La lluvia no cesaba, el frió era casi lúgubre y eran ya las 9:30 de la
noche creo y mamá aun no llegaba, levanté a María y la llevé a la
habitación y la arropé, sin embargo, maría comenzó a llorar, pensé
que quería comer algo, así que fui a la cocina y me dispuse a cocinar
algo para María.
Cuando encendí la estufa llegó mi madre, entró y cerró la puerta con
rapidez para que no ingresara mucha agua a la casa, se quitó el
abrigo y las botas empantanadas y se secó un poco el cabello, se
acercó a la cocina y no alcanzó a decirme nada porque sonó algo en
el techo, ese sonido fue como si algo hubiese caído directo al techo,
fue un sonido abrupto y ensordecedor.
Pensamos que estaban cayendo del cielo lluvia y granizo, aunque, sí
estaba lloviendo muy fuerte no había ningún indicio de granizo en el
suelo. Nos mantuvimos en silencio un momento mientras
deducíamos que fue lo que había caído sobre nosotras, los perros,
curiosos, estaban mirando hacia el techo, mi madre y yo estábamos a
punto de hablar cuando sonó nuevamente el techo, pero esta vez era
un sonido particular, eran pasos, indudablemente era el golpeteo de
pies caminando, los perros igual que nosotras estaban mirando hacia
el techo siguiendo con el oído el sonido, no obstante, los perros
ladraban histéricos.
Luego el sonido se detuvo, pero cambio a una voz femenina, no
decía nada, sin embargo, se entendía muy bien este sonido, y era:
“ja. Ja. Ja. Ja”.
Cuando escuchamos esa risa malévola de inmediato se apagaron
todas las luces de la casa, y se abrió de par en par la ventana en el
cuarto del bebe, mi madre me dijo: -Dory, ve por la niña.
Sin pensarlo fuimos corriendo hacia la habitación del bebe, tome de
la cama a mi hermana y mi madre cerró la ventana y la bloqueó. La
luz no regresaba así que mi madre fue por una vela y la encendió,
cuando nos iluminó a mi hermana y a mí, quedó asustada, pálida e
inmóvil. Yo al ver el rostro de mi madre quede perpleja no sabía que
pasaba, visualice a lo lejos a los perros gruñéndome, ladrándome y
mostrándome fuertemente los dientes, estaba asustada. Luego miré a
mi hermana, se me erizó la piel, se me heló la sangre y me dio un
escalofrió del cuello hasta la punta de los pies.
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