ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza
Lolicon8: Sé de un lugar donde puedes cumplir tu fantasía.
Putrid-doll: ¿En serio? ¿Dónde?
Lolicon8: En el centro, es un burdel clandestino.
Putrid-doll: ¿Un burdel? ¿Y cuánto cobran? Sabes que aún dependo del dinero de mis padres.
Lolicon8: No te preocupes por el dinero, digamos que pagas en especie…
Putrid-doll: Eso no suena bien…
Lolicon8: ¿Qué tanto deseas hacerlo?
Putrid-doll: Touché, valdría la pena aunque terminara como la chica de réquiem por un sueño.
Lolicon8: Solo un consejo… excédete, desquita tu pago al máximo y no te arrepentirás.
Putrid-doll: Me conoces, sabes que lo haré, dame la dirección.
Se la escribió enseguida con una breve descripción del lugar y le indicó que preguntara por Liss. Tras pocos minutos de charla intrascendental sobre sus filias, ambos se desconectaron. El seudónimo «Putrid-doll» pertenece a Jennifer Díaz, una adolescente de quince años. Decir que es aficionada al gore sería poco, lo indicado sería decir que tiene una obsesión con él; está suscrita a cuantas páginas al respecto ha encontrado y no simplemente disfruta mirar personas cortadas en dos, decapitadas o con la materia gris fuera del cráneo, sino que le genera una seria excitación. Creyó que todo se limitaba al morbo, sin embargo, comprobó lo contrario durante una visita escolar a la morgue. Tras algunos minutos de contemplación de aquel cadáver masculino con los intestinos expuestos, tuvo que correr al baño a masturbarse para no saltar sobre él y su verdusco cuerpo.
Al leer las palabras de Lolicon8 (no tenía ni la más mínima idea de cuál era su nombre verdadero), supo que tendría que visitar aquel lugar esa misma noche. Guardó en su mochila una serie de artículos que pensó que podría utilizar: un atuendo de dominatrix, un par de botas de piel con plataforma alta y su amada catana sumamente afilada que su madre no consiguió prohibirle comprar. Esperó a que sus padres se durmieran y salió sigilosamente por la ventana, como tantas veces lo había hecho antes cuando deseaba irse de juerga sin su consentimiento.
Le resultó sencillo localizar el viejo edificio con la descripción de Lolicon8. Habló con la anciana, cruzó por el pasillo abandonado y descendió las escaleras, encontrándose con la orgía. Ya que no poseía una buena vista, se acercó a observar de cerca aquella masa gimiente. Penetraciones por aquí, lengüetazos por allá, sin duda resultaría excitante para un visitante común, pero era demasiado ordinario para su gusto.
Una atractiva joven de escasa vestimenta se acercó a ella con una charola repleta de dulces, lo cual le resultó bastante curioso en un lugar así; sin embargo, los dulces eran una de sus mayores debilidades.
—¿Qué tienen? —preguntó ella, suspicaz, asumiendo que tendrían alcohol o droga.
—Las paletas son de pene cubierto con chocolate, los caramelos de limón con relleno de ojo en el centro y los bombones tienen sesos —respondió la joven con total naturalidad. Jennifer pensó que bromeaba, pero no la cuestionó, tomó una paleta, varios dulces y algunos bombones; lo primero que comió fue la paleta, descubriendo que era real y la disfrutó como ninguna golosina en su vida.
Estaba tan absorta comiendo aquellos dulces caníbales que se había distraído por un momento de su propósito en ese lugar. Entonces apareció una mujer de al menos uno ochenta de alto, de cabello oscuro, figura esbelta y rasgos europeos que la regresó a su misión.
—Vaya, nunca había visto una mujer tan joven por aquí.
—¿Tú eres Liss? —preguntó Jennifer disimulando hábilmente lo intimidada que estaba por su estatura y su belleza.
—Exactamente, supongo que viniste a hablar de negocios —respondió, tras lo cual la condujo a su oficina.
—Tengo entendido que pueden cumplir cualquier parafilia.
—Así es, cualquiera en absoluto. Y ¿cuál es la parafilia de una jovencita como tú?
—¿Tiene a la mano una libreta para tomar notas?
—No es necesario, tengo una memoria excelente.
—Espero que así sea. Quiero seis personas: tres hombres, todos de más de metro ochenta, piel clara, cabello oscuro, penes mayores a dieciocho centímetros, delgados pero bastante fuertes, atractivos, masoquistas, de entre diecisiete y veinte años; y tres mujeres que no midan más de metro setenta, piel clara, delgadas, hermosas, igualmente masoquistas, entre catorce y diecisiete años, todos sumisos y desnudos. Necesito un cuarto con una tina amplia llena de sangre tibia, una cama grande, una silla ostentosa (de poder proporcionarme un trono sería excelente), unas cuerdas bastante resistentes y un juego de cuchillos afilados.
—¿Eso es todo? —preguntó Liss, ligeramente sorprendida por las exigencias de aquella joven. Jennifer respondió afirmativamente y su interlocutora le pasó dos catálogos, uno de mujeres y uno de hombres para que escogiera su harén. Los contempló un par de minutos y soltó un suspiro.
—Esto de los catálogos no me agrada, son solo fotografías y datos al azar. Preferiría escoger a mis chicos en persona —pronunció arrojándolos al escritorio de Liss.
—Tenemos alrededor de trecientos individuos que cumplen con tu descripción, ¿piensas verlos a todos? —Jennifer fantaseó un momento con encontrarse rodeada de una multitud de personas hermosas entre las cuales elegir, sin embargo, resultaba poco práctico y debía volver a su casa antes de que sus padres despertaran.
—Tráeme lo mejor que tengas, diez hombres y diez mujeres, tu mejor material.
—Puedo asegurarte que todo lo que tenemos es excelente «material» —dijo Liss acentuando burlonamente esa última palabra.
—Bien, entonces no te costará elegir veinte.
—Rob, trae a diez chicos del grupo AD201 y a diez chicas del grupo TD104, no mayores a un metro setenta… Sí, de inmediato… a mi oficina —telefoneó rápidamente—. Estarán aquí en cinco minutos —respondió ella amablemente.
—La persona que me recomendó este sitio me mencionó que cobraban en especie, de acuerdo a la fantasía a cumplir. En ese caso, ¿cuál será el precio por la mía?
—El precio nunca se menciona antes de cumplir sus peticiones, no queremos asustar a los clientes. Además, ¿no valdría cualquier precio cumplir tu fantasía?
—Está bien, no insistiré con eso, pero tengo otra pregunta: si nunca le cobran un centavo a sus clientes, ¿de dónde obtienen los recursos para seguir manteniendo el negocio?
—Aunque no lo parezca, este es un negocio bastante rentable, y tenemos muchas otras formas de sustentarnos.
Justo al terminar esa frase, apareció Rob con la ansiada petición de Jennifer. Liss tenía razón, todo era excelente material, tanto que Jennifer consideró por un momento cambiar su trato y conservarlos a todos. Sin embargo, la parte de la elección iba a disfrutarla también. Los observó a grandes rasgos y confirmó que todos entraban en su descripción.
—Me decepcionas, ¿cómo pretendes que los elija en estas condiciones? —dijo ante la sorpresa de Liss, quien no parecía entender a qué se refería—. ¡Están vestidos! No podría estar segura de hacer una buena elección de esta manera.
Ella le dio la razón y les ordenó que se desnudaran; todos obedecieron sin titubear. Jennifer los examinó atentamente, todos eran tan bellos y perfectos que tuvo que ir desechándolos por nimiedades, hasta que por fin se quedó con seis elegidos: Vanessa Aime, Daniel Cifer, Viri Luna, Sally Mayer, Said Barrera y Eduardo Flores. Se les ordenó que se retiraran y Jennifer lamentó esto, pero sabía que pronto serían suyos.
—Tendremos tu habitación dentro de una hora, te ofrecería unirte a la orgía que presenciaste al llegar, pero, dados tus gustos, me parece que la sala dos te resultará más interesante. Sígueme.
Liss la llevó a lo que parecía un club fetichista (aunque de haber sido un hombre mayor de inmediato lo habría tomado como un men’s club). Música electrónica hacía retumbar las paredes y del techo prendían un par de jaulas en las que bailaban mujeres que devoraban partes de cuerpos humanos, algunas personas se acercaban a ellas y eran salpicadas de sangre. Al fondo del lugar había un escenario, por lo cual Jennifer se imaginó que en algún momento habría música en vivo o algo similar.
—Hoy tenemos un buen show, disfrútalo —dijo Liss antes de retirarse.
No transcurrieron ni diez minutos antes de que en aquel escenario aparecieran tres mujeres en corsé y faldas diminutas: una pelirroja de cabello corto, bastante alta y voluptuosa que tenía un aire salvaje; una castaña de cabello largo de baja estatura, que expelía sensualidad por cada poro; y una rubia delgada y alta que emitía cierta timidez en sus movimientos. Las tres estaban contoneándose al ritmo de Thunderkiss 65 tan eróticamente que Jennifer no pudo evitar reaccionar como todos los presentes, y se acercó al escenario a mirarlas de cerca. Un insulso hombre, visiblemente alcoholizado, tocó descaradamente el trasero de la castaña, que intercambió sonrisas con las demás bailarinas y procedió a invitar a aquel hombre a subir al escenario, mostrándole una silla en él.