Ella
Llevaba toda su vida viviendo en esa casa y ella no había regresado. No la había vuelto a ver agazapada debajo del fregadero como antaño, cuando sólo era una niña de once años, pero aún así, le temía. Temía volver a ver a esa criatura en cuclillas, semioculta en un rincón de la cocina, y temía volver a ver aquel rostro surcado de lágrimas sucias que empapaban sus labios, su pecho, su alma...
La primera vez que la vio pensó que era una chiquilla que, castigada quizás, había escapado de la casa vecina. Y se lo preguntó, mas no obtuvo respuesta de parte de la pequeña. Una semana después la miró en el mismo sitio y con las mismas lágrimas a cuestas. Tampoco respondió a su pregunta. Mas la tercera vez la niña balbuceó algo, un nombre quizás, aunque no estaba segura de ello. Lo único elocuente era la mirada de tristeza infinita que sobrecogía su corazón infantil. La última vez que la vio fue durante un sueño. Despertó empapada en sudor y llanto con la imagen congelada de "la pequeña del fregadero", como comenzó a llamarla.
El tiempo pasó, ella hizo su vida. Se casó enamorada -aunque muy joven- y con el tiempo y los quehaceres de una mujer casada y con dos hijos varones, fue olvidando a "la pequeña del fregadero". Nunca más supo de ella... así que dio por hecho que todo había sido obra de su imaginación infantil. Pero el terror que la asaltaba algunas noches y el hecho de que le pareciera escuchar una voz suave y dulce que la llamaba por su nombre desde la cocina, le daban a entender que las cosas eran más complejas de lo que en un principio había supuesto.
Una noche se acostó tarde después de un día arduo. La vida de un ama de casa como ella, con una familia qué atender, no era nada fácil como mucha gente pensaba. El sueño estaba a punto de vencerla cuando un grito proveniente de la cocina la despertó... Se levantó de un salto, su marido dormía profundamente. Fue hacia donde provenía el grito y encontró al más pequeño de sus hijos llorando en medio de la cocina. Le preguntó el motivo de su llanto y él, entre sollozos, le contó que había ido por agua a la cocina y que, al cerrar el refrigerador, había visto a una niña acurrucada bajo el fregadero...
La invadió el terror.
Nunca había hablado con nadie de aquella chiquilla y no creía que todo fuese una simple coincidencia, pero no ocurriéndosele otra cosa qué hacer, intentó consolar al pequeño convenciéndolo (y convenciéndose ella misma) de que todo había sido una pesadilla o una simple "broma" de su imaginación infantil...
Los meses transcurrieron. Todos los días casi iguales. Pero ella no dejaba de pensar (aterrada) en el "regreso" de la niña del fregadero. Tenía mil y una preguntas, quería respuestas. Hasta que un día, de improviso, simplemente llegaron a ella...
Estaba sola en casa, los chicos habían ido a dormir a casa de sus abuelos paternos y su marido trabajaría hasta tarde. Y entonces volvió a verla. En la misma postura, bajo el fregadero. Mas esta vez no sintió terror sino ternura infinita. Se le aproximó despacio, se agachó a su lado y le sonrió. Se observaron largo rato mientra la mujer limpiaba las lágrimas de la chiquilla. La acunó en sus brazos, la besó en ambas mejillas y, sin saber por qué, le dijo: "-Ahora estoy bien, puedes irte ya...".
Cuando horas después su esposo volvió a casa, se extrañó de encontrar a su mujer dormida, hecha casi un ovillo, bajo el fregadero de la cocina. La despertó y entonces ella, echándole los brazos al cuello, le dijo: "-¡Se ha ido!". Y él, sin entender aquella reacción, le preguntó de quién hablaba y ella sólo dijo: "-La niña, la niña del fregadero, la que lloraba conmigo y me abrazaba cuando papá le pegaba a mami, la niña que me hizo olvidar aquella noche fatídica en que mamá me defendió de él cuando quiso lastimarme, la niña que tapó mis ojos y oídos cuando papá entró a la cocina por aquel cuchillo y mamá lo atacó por la espalda con la piedra de moler, la niña que me sostuvo la mano cuando la policía se llevó a mi madre para siempre...".
Él sólo la escuchó, la besó en la frente y el torrente de lágrimas y dolor contenido durante tantos años, emergió desde el fondo de su alma y comenzó a llevarse el pasado de una vez y para siempre.
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Da miedo y ternura al mismo tiempo
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