Hace días que no duermo… ya no sé si resista, sólo quiero que sepan
lo ocurrido y aprovecho la distracción para no dormirme, no puedo
dormir. Él está ahí, siempre y cuando cierre mis ojos. Yo tenía amigos,
los tenía… pero él se los llevó, ¡desgraciado! ¡Ya de qué sirve!, soy
uno de los pocos que quedamos en la ciudad y quién sabe si los otros ya
fueron exterminados, ya nada importa…
Un suave bostezo, advertencia de mi peligro. No estoy seguro aquí, la
comodidad es mi enemigo. Sigo caminando, sin rumbo, cual perro
persiguiendo su cola sin motivo. Así me siento, como un perro
perseguido.
Aún recuerdo quién desoló la ciudad, la persona a la que una noche le
bastaba para asesinar a un muchacho o una muchacha brutalmente, sin
piedad. Él es una persona muy particular, su vestimenta, su humor, su
arma… aquella que desgarró las almas de sus víctimas incluyendo las de
mis amigos. Puedo describirlo como si fuera una parte de mí: su sombrero
grisáceo, sus pantalones oscuros, su guante.
Ya no puedo continuar, sabía que llegaría el momento en el que caería
rendido. Mis párpados caen, levantándose rápidamente al hacer contacto
con mis pómulos. Observo la casa abandonada al otro lado de la calle,
podría refugiarme en ella y buscar ayuda hasta que se iluminara un poco
por la mañana. Ingresé a la casa, era cálida, pero no se veía como una
casa, podría decirse que era más un cuarto de calderas, había niñas
saltando la soga y cantando… me percaté de la situación…
Sigo en el maldito frío suelo de la calle, escucho una sonora y maléfica carcajada. Debería correr, él viene por mí…
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