Edgar. . .
El año era 1920, y un nuevo tipo de espectáculo empezaba a nacer en el sur de Estados Unidos. Un espectáculo en el que actuaba un ventrílocuo que en poco tiempo se hizo famosísimo.
Era Mccarthy, un ventrílocuo cuyo acto era simple, pero cautivaba a todo el que lo atestiguaba. El acto era simple porque hacia uso de sólo un personaje durante toda la función: Edgar, un muñeco que representaba a un niño regordete entre los 9 y 10 años de edad, pero con rasgos muy extraños que lo hacían imposible de no mirarle, sus manos demasiado reales, su boca muy expresiva, su estatura muy distinta a la de un muñeco de ventrílocuo habitual, Edgar era más alto y sus ojos, que aunque eran los de un muñeco de madera, reflejaban un vacío que hacía difícil mantener una sola mirada sin bajar la vista o dirigirla a otro sitio. Él nunca dejo que alguien se acercara a Edgar, ni siquiera que lo miraran muy de cerca. Como era un espectáculo nuevo todos se quedaban asombrados ante lo real que se veía, como hacía el hombre para hacer hablar a un muñeco sin que se notaran sus labios moverse. Muchas personas pensaban que era brujería (la ignorancia de esa época era demasiada) o algo por el estilo, así que muchos padres de familia prohibieron a los niños ver el espectáculo; fue un hombre amado y odiado por muchos.
Una noche fue encontrado en su camerino con el cuello destrozado, nunca se supo quién fue. A un lado había un maletín negro cerrado, la policía al abrirlo encontraron al muñeco Edgar, el cual hacía tener escalofríos a cualquiera. Al examinar el muñeco de cerca se dieron cuenta de que era un niño de verdad, o al menos el cadáver de un niño de verdad, con una horrible mascara de latex que le cubría su pequeño rostro pálido. Jamás se supo como hizo Mccarthy para conservar el cuerpo del niño tan bien... Tweet
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