Siempre quise ser
escritor. Desde que aprendí, a los cuatro años, la escritura siempre fue
algo fascinante, para mí, sin embargo mi caligrafía era pésima, lo es
ahora. La práctica me fue dando mayor habilidad y mejoré bastante mi
redacción. La lectura me abrió la mente a un mundo sin límites de ideas y
de expresión escrita. Muy temprano comencé a escribir en el teclado de
la computadora. Recuerdo que a los 8 años no podía ubicar los acentos y
los caracteres especiales eran como acertijos que debía resolver para
poder escribir.
Ya todo eso quedó atrás, la PC es mi compañera ahora, incluso la Tablet me resulta cómoda para hacer esto: escribir.
Las palabras tienen un
inmenso poder, colosal, diría yo, la gente ni se imagina lo que puede
hacer con la escritura. Se les olvida que algo tan importante como su
propia vida puede ser arrebatada con sólo unas palabras escritas. Y este
poder es algo que debe ser preservado. De lo contrario nuestra sociedad
desaparecerá y se sumirá en el olvido por toda la eternidad.
Ahora escribo de manera
automática, una idea rápidamente trasladada a impulsos en mis tendones
de los dedos de mis manos y con la adecuada coordinación y con la
memoria espacial implícita, los movimientos golpean rápidamente las
teclas de la PC quedando plasmadas palabras en información digital. Es
algo tan normal que no nos damos cuenta de que hace sólo unas décadas
era impensable, inconcebible.
Lo mismo pensaba yo
sobre las cosas sobrenaturales. No creía en ellas. Así es, ahora no sólo
creo, soy un asiduo, ¿cómo podría decirlo? tal vez “usuario”. Debo
decir que en el pasado presencié debates encarnizados entre creyentes
defensores de lo sobrenatural y aquellos que confiaban ciegamente en los
hechos científicos. Yo me encontraba entre este último grupo. Pero las
cosas cambian. A veces para bien y otras…Bueno, para provecho de unos
cuantos.
Ahora mismo me encuentro
escribiendo con una sonrisa en la cara, salíendome con la mía con tanta
facilidad que nadie podría contradecirme. Pero claro, todo tiene un
costo, un costo alto para algunos, para mí, que siempre quise ser un
escritor no es algo tan importante.
¿En qué podría estar saliéndome con la mía? Pues verán, queridos y amables lectores, les contaré cómo empecé con esto.
Hace algún tiempo, no
recuerdo sinceramente cuándo, visité unas ruinas mayas en la ciudad de
Calakmul, una alejada población en México, no recuerdo exactamente el
condado, pero vamos, eso no es importante. Esta ciudad, una antigua
ciudad de la misteriosa cultura maya, está enclavada en medio de la
selva y estuvo escondida por más de mil años hasta que alguien la
encontró por accidente y ahora es un paradero turístico. Todo esto lo sé
porque fui de visita a aquel alejado lugar para escribir sobre él. En
ese tiempo era mucho más joven, y tenía muchas inquietudes y era sobre
todo muy curioso. Esa curiosidad no fue mi perdición, como pudiera
pensarse, no, esa curiosidad me abrió los ojos y las puertas a una
oportunidad única.
Pues me encontraba yo en
aquel lugar, y quise visitar todas las pirámides y todos los templos
ceremoniales y todo aquello que pudiera revelarme algo que me diera
material original para mis escritos, no quería ni necesitaba escribir
sobre lo ya escrito. También era muy ambicioso en ese entonces.
Le pagué a un guía para
que me llevara a todos los lugares que conociera, pero me decepcionó,
eran los mismos lugares de los que ya se habían escrito infinidad de
veces. Contrariamente a lo que ustedes, lectores, quisieran anticipar,
todo ya estaba cubierto, y no, no hubo ningún lugar secreto o pirámide
oculta que me proporcionara cualquier tipo de poder, no fue así.
Decidí marcharme de ese
lugar, sintiendo que todo fue una pérdida de tiempo, pero antes visité
la pirámide principal. Ahí sí , ahí se me reveló lo que ahora sé y que
les relataré.
Como había decidido irme
al no descubrir nada nuevo, de pronto cambié mi opinión y visité las
ruinas, pero cuando llegué estaban a punto de cerrar, sin embargo,
mediante una propina, pude acceder a las instalaciones. Me quedé
observando y admirando todas y cada una de los detalles de las
pirámides, a las que muchos atribuyen intervención alienígena. Para mí,
eso era basura, sólo los
humanos pudieron construir aquella
civilización.
Se hizo de noche
rápidamente, más rápido de lo que jamás había visto, de pronto los
visitantes desaparecieron del lugar y todo quedó en un silencio
sepulcral. Supuse que la hora de visitas había llegado a su fin y que
retiraron a todos, sin embargo no escuché nada y salí deprisa de la
cámara donde me encontraba. Algo llamó mi atención, era un anciano maya.
Vestía como un civil normal, pero sus facciones lo delataban. Se me
quedó mirando un momento y me preguntó que qué me parecía el lugar. Yo
le respondí que era genial, pero que me hubiera gustado ver algo que
nadie más hubiera visto. Él comenzó a reír, primero normalmente como
cuando alguien hace una broma, pero luego comenzó a reír cada vez más, y
más fuerte, se carcajeaba con tanta fuerza que yo estaba espantado
creyendo que estaba ante un demente. Las carcajadas del anciano se
empezaron a hacer graves y más sonoras, retumbando en la roca labrada de
la pirámide, no podía huir aunque quise hacerlo, estaba paralizado por
el terror, la boca se me secó y sentí que el piso se hundía a mis pies,
el anciano continuaba riendo, una risa macabra, maldita, que resonaba
directamente en mi cerebro y en mi alma. Sus ojos brillaron, yo estaba
incrédulo y apunto de desfallecer, pensé que moriría ahí mismo. El
fulgor rojo de sus ojos vino acompañado de una transmutación de aquella
cosa que antes era un anciano. La quijada se le desencajó y se hizo más
grande, no, gigantesca, llenas de colmillos como dagas, amarillentos, su
cráneo se agrandó y las cuencas de sus ojos se hundieron hasta no verse
nada más que dos puntos rojos brillantes, su cuerpo, pequeño
inicialmente, creció y se ensanchó al igual que sus extremidades, la
carne de todo su cuerpo se comenzó a podrir parcialmente y pedazos
cayeron al suelo, su abdomen se inflamó considerablemente. Era como ver
un cadáver en descomposición, un cadáver deforme y terriblemente
extraño. Todo pasó tan rápido, pero a mí me pareció una eternidad, una
eternidad de horror en donde la principal tortura era esa risa
despiadada y asesina.
Dejó de reír y me miró.
Yo estaba muriendo literalmente de miedo, el pulso se me agolpaba en las
sienes y un dolor agudo en mi pecho y en mi brazo izquierdo anunciaba
la llegada de un paro cardíaco inminente. Aquella cosa se dio cuenta de
ello y riendo una vez más me preguntó:
-¿Acaso no querías ver algo que nadie más hubiera visto? ¡He cumplido tu deseo! ¡Ja, ja, ja!
Con la boca espumosa y con mi último suspiro contesté mientras caía al piso:
-Yo no te pedí nada…-
La criatura dejó de
reír, y me miró con furia, los puntos rojos de sus ojos llamearon con
tal intensidad que sentí que podían atravesarme.
-Es cierto, no me lo pediste, sin embargo, morirás si no lo evito, por lo que ahora te propongo algo.
-¿Qué podrías pro…poner…me? – Contesté con un esfuerzo sobrehumano.
-Pues mira, estás
muriendo y estás a mi merced. Tu alma me pertenece ya que estás en mis
dominios, pero, podría dejarte vivir a cambio de que me consigas más
poder. ¿Qué opinas?
-Yo… No.. Sé có…mo… No quie…ro mo..rir… a-acepto.
-¡Ja, ja, ja, ja! Sabía que no me decepcionarías, además, no tenías opción.-
Sus ojos brillaron con más fuerza pero ahora en tonalidad amarillenta.
Un nuevo vigor me recorrió de pies a cabeza, pero no me permitía moverme.
La criatura me dijo:
-Ahora me perteneces y me ayudarás a conseguir más poder.
-¿Cómo puedo hacer eso? – Respondí.
-No será tan difícil. Yo
soy Yum CImil, dios del infierno. Durante milenios reiné en este mundo,
el mundo maya. Fui el creador de esta raza y me alimenté de ella
durante ese tiempo. Influí en ellos inculcando las más bajas pasiones y
sentimientos. Yo me alimento de esas emociones negativas. Horror, ira,
envidia, la soberbia, la crueldad y sobre todo el odio y la
indiferencia. Para aprovechar esa energía es necesario que todos esos
sentimientos o cualquiera de ellos se ejecuten pensando en mi nombre.
Viví épocas de abundancia de esa energía, sobre todo con los sacrificios
humanos, ah,-- masculló como saboreando-- era delicioso consumir toda
aquella mescolanza de emociones, ¡ah, cómo extraño aquellos días!. Pero
luego vino la invasión de los asquerosos españoles. Me privaron de mi
sustento y tuve que llevarme a mis hijos, los mayas, para subsistir unos
cientos de años más, por eso cuando los invasores llegaron a estas
tierras no encontraron a nadie…Y mi legado se fue perdiendo con el paso
de los siglos, mi legado y la memoria de mi nombre. Ya nadie piensa en
mí y eso me dejará seco… ¡Pero ya basta de cuentos! –Exclamó- Tu misión
será la de provocar que la gente, la mayoría, piense en mí, así podré
alimentarme de ellos, de sus emociones… Tú has sido el único que no
murió inmediatamente al verme. Por eso te he elegido. Pero tu alma me
pertenece, puesto que vives por mí, si yo muero, tú lo harás, si yo me
fortalezco, tú lo harás también. Es un trato ventajoso para ti.—
Yum Cimil me dejó ir
inmediatamente, pero antes de hacerlo, una de sus manazas descarnadas y
putrefactas se hundió en mi pecho. No sentí ningún dolor, sólo una
inmensa desesperación. Vi cómo sacó su mano de mi pecho pero éste no
tenía ninguna herida. En su puño sujetaba algo con fuerza. De inmediato
supe lo que era: mi alma. Y acto seguido la engulló de una forma
bestial.
-Está hecho- dijo- Tenemos un vínculo… y un trato irrompible, ¡ja, ja, ja, ja!- rió estrepitosamente-
Me marché como pude, apenas recuerdo haber llegado al hotel.
Al día siguiente pensé
que todo había sido un sueño pero entonces en mi pecho un ardor quemante
se comenzó a extender, fui rápido a ver en el espejo qué podría ser.
Una horrible llaga estaba apareciendo en mi pecho y se extendía, la piel
comenzaba a podrirse y a inflarse. El horror se apoderó de mí, pero una
voz en mi cabeza comenzó a carcajearse-¡ Ja, ja, ja!, no olvides
nuestro trato o lo que ves se hará realidad- reconocí de inmediato la
voz de ese demonio Yum Cimil. Vi en el espejo que aquella llaga
desapareció de pronto.
Desde ese tiempo he
estado trabajando para el demonio Yumi Cimil, consiguiendo que él se
alimente mediante más y más gente y por ende, yo también. ¿Pero cómo? Se
preguntarán los lectores. La respuesta es simple: la palabra escrita,
he estado recolectando sus emociones, amables lectores y canalizándolas
hacia Yum Cimil, ¡ja, ja, ja! ¡Ha sido tan sencillo! Mientras ustedes
leen, y conforme sus emociones cambian, esa energía la recolecto y la
envío a Yum Cimil. Recuerden que desde el principio les dije que me
estaba saliendo con la mía. Y ahora, ilusos lectores, la rabia que
sienten al haber sido manipulados por mí, será el postre para Yum Cimil
quien ha estado ganando más y más fuerzas gracias a mí.
Un día, Yum Cimil reinará de nuevo pero ahora lo hará en todo el mundo, y yo seré su leal sirviente y virrey.
Pero no se enojen, lectores, o mejor sí, háganlo, mejor para nosotros.
Me despido enviándole un
agradecimiento por compartir su energía con nosotros, aunque haya sido
involuntariamente, aún después de haber concluido este relato sus
fuerzas decaerán un poco, pero no se preocupen, las recuperarán y más
adelante veré la forma de utilizar de nuevo su ingenuidad para
alimentarnos de ella.
¡Hasta pronto!
¡Ja, ja, ja, ja!
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