Hace no mucho tiempo vivía una chica que era una absoluta fan de Hello Kitty. Tenía la más increíble colección de merchandising
de la simpática gatita y su habitación parecía más un museo que el
cuarto de una niña de su edad. Era un chica tímida y muy reservada, y su
extraña afición la puso en el punto de mira de un grupo de chicas
indeseables que había en su escuela.
Las abusadoras vieron cómo los llantos y quejidos se convirtieron en una cara inexpresiva. Y lo que más las inquietaba, era que sus ojos parecían como muertos, vacíos e indiferentes a las palizas que recibía.
La líder del grupo comenzó a darse cuenta de que su comportamiento le hacía perder el respeto de las demás, que veían como era incapaz de doblegarla. La chica no se resistía, no luchaba, no lloraba, era como si simplemente la ignorara. Pero lo que era aún peor…
¡Le daba miedo!.
No sabía el porqué, pero esos ojos inexpresivos con los que la miraba cuando la estaba golpeando, simplemente le helaban la sangre. Un día decidió acabar con el problema y organizó a su banda para seguir a la chica hasta su casa. Aprovechando que sus padres llegaban tarde del trabajo, pretendían infligirle tanto dolor que temblara cada vez que se acercaran a ella. Sabía que eso no lo podía hacer en la escuela o en la calle porque siempre podría haber alguien que las delatara.
La chica al llegar a su casa lo primero que hizo fue ponerse uno de sus pijamas favoritos de Hello Kitty, como cualquier día normal. No habían transcurrido ni dos minutos cuando el timbre de la puerta sonó. Sin pensarlo abrió la puerta y, antes de que pudiera reaccionar, dos chicas de la banda ya la tenían inmovilizada por los brazos. Un momento después la líder entró con una risa burlona.
-¿No te han enseñado a preguntar antes de abrir la puerta? – Sin mediar una palabra más la golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, dejándola sin aire y doblada de rodillas en el recibidor de su casa.
Las delincuentes entraron en su casa y cerraron la puerta asegurándose que nadie las hubiera visto. Arrastrándola la subieron hasta su habitación y comenzaron a burlarse de su colección mientras destrozaban una por una sus figuras, sábanas o cualquier otro objeto con el logo de Hello Kitty.
Pero la chica ya se había evadido mentalmente. Sus ojos una vez más se habían vuelto inexpresivos y parecían ajenos a todo dolor o vejación. Probaron apagándole cigarrillos en la pierna, con cortes en su piel, saltando sobre ella… pero todo parecía inútil. Esos ojos fijos, como perdidos, empezaron a atemorizar a todo el grupo y algunas de ellas comenzaron a decir que era mejor irse, que alguien podía llegar o cualquier otra excusa para ocultar la realidad, ¡Se morían de miedo!.
La líder no podía dejar las cosas así y decidió acabar de una vez por todas con el problema.
-¿Sabes qué fue lo que dijo Hello Kitty? – le dijo mientras metía una mano en el bolsillo.
Pero la chica no contestó y continuó inmersa en su mundo de fantasía.
- No puede decir nada – dijo la jefa del grupo – ¡¡¡Porque no tiene boca!!! – y de repente sacó una navaja abierta del bolsillo, con la que le comenzó a arrancar los labios de la chica. Dejando su pijama, sus sábanas y toda su habitación de Hello Kitty manchadas de sangre.
Pero contra todo pronóstico la chica ni se inmutó y continuó mirándola con esos ojos sin vida. La líder de la banda asustada comenzó a apuñalarla en el pecho, le clavó incontables veces la navaja hasta que murió escupiendo sangre y con los pulmones totalmente perforados.
Las demás integrantes de la banda salieron corriendo, pensaban ir a asustarla, en ningún caso habían ido para asesinarla. Pero igualmente eran cómplices y sabían que todas ellas podían ser juzgadas. Para ocultar las pruebas que hubieran podido dejar, la líder prendió fuego a la habitación y en pocos minutos, era toda la casa la que estaba en llamas.
Pero por más que corrieran o se ocultaran nunca podrían escapar de lo que habían hecho, y sin saberlo habían despertado una sed de venganza que la chica no pudo cobrarse en vida, pero sí lo haría en la muerte y desde el más allá como un fantasma.
Todas ellas empezaron a tener horribles pesadillas en las que podían ver los ojos inexpresivos de la chica asesinada mirándolas fijamente. Pero eso no fue más que el principio, cuanto más fuerte era el fantasma, más poder podía ejercer sobre ellas, y un día comenzó el verdadero sufrimiento.
Sin saber cómo, las asesinas comenzaron a sentir que cada vez les costaba más abrir la boca, hasta que un día despertaron con la boca como si estuviera sellada: no podían hablar, no podían comer ni beber, y por más que intentaban forzar las mandíbulas, no eran capaces de despegarlas.
La líder fue la primera que sintió el efecto y la primera en darse cuenta al mirarse al espejo que su boca parecía difuminarse, como si se estuviera borrando, hasta finalmente desaparecer. Parecían un dibujo de Hello Kitty, en el que no existe boca en el rostro de la gatita. Por supuesto que nadie más aparte de ellas podía ver que su cara no tenía boca. Era como si el fantasma jugara con su mente torturándolas.
En un par de días las abusadoras se empezaron a sentir mal, no podían beber y comenzaban a sentir los síntomas de la deshidratación, tenían terribles dolores de cabeza y en sus delirios veían los ojos inexpresivos de la chica mirándolas fijamente en cualquier lugar. Podían sentir como las golpeaban pero no podían gritar, y lo que era aún más inquietante, una especie de fuerza malévola les impedía pedir ayuda. Poco a poco fueron sucumbiendo, rindiéndose al dolor y sus ojos fueron perdiendo brillo, perdiendo vida y volviéndose tan inexpresivos como los de la chica a la que humillaron, golpearon y finalmente asesinaron.
Cuando se iban rindiendo su mente abandonaba su cuerpo y entraban en un coma irreversible. Su mente se evadía y llegaban a un idílico lugar lleno de flores y pequeñas muñecas de hello kitty que jugaban y saltaban divirtiéndose. Era el mundo imaginario en el que la chica asesinada se evadía del dolor.
La líder de la banda fue la última en doblegarse y caer en un coma profundo. A los pocos segundos de llegar a aquel paradisíaco lugar, el cielo se oscureció y las decenas de Hello Kittys que jugaban distraídas se giraron hacía ella mirándola fijamente, con los mismo ojos sin vida que los de la chica.
Había comenzado su verdadero sufrimiento, pues en este mundo no había como escapar del dolor y la chica torturada se aseguraría de que no cesara el dolor hasta que alguien las desconectara de las máquinas que las mantenían con vida en el mundo real, en un coma profundo del que nunca despertarían.
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