¡Pablo!
La primera vez, Pablo creyó que lo había llamado uno de sus padres. Se levantó y
comenzó a vestirse. Mientras se abotonaba la camisa del colegio, se dio cuenta que
aún estaba de noche. Fue hasta la puerta del cuarto de sus padres y golpeó.
- ¡Mamá! ¡Papá! ¿Por qué me llamaron tan temprano?
- ¿Qué? - preguntó su padre desde el cuarto.
- Es Pablo - dijo su madre - Dice que lo despertamos.
- Nosotros no te llamamos. Estabas soñando, acuéstate de nuevo - le contestó su padre.
Había escuchado con tanta claridad que alguien lo llamaba, que después de acostarse no
pudo volver a dormirse; sabía que no estaba soñando.
Unos días después, mientras dormía, nuevamente escuchó una voz que le llamaba: ¡Pablo!
Se sentó en la cama y buscó con la mirada. A pesar de que el cuarto estaba oscuro, como
era pequeño y estaba pintado de un color claro, pudo ver que estaba solo.
No se lo comentó a sus padres, lo habló con una compañera del colegio. Ella siempre
hablaba sobre temas paranormales, y le decía a todos que su madre era psíquica, sin
importarle que se burlaran. “Cuando les pase algo van a creer” solía decir.
- Tienes que poner frente a tu cama un espejo grande, donde puedas verte mientras estás
acostado - le aconsejó su compañera. Estaban en el patio del colegio, sentados en un banco.
- Ah, ¿Y eso para que sirve? - preguntó Pablo.
- Si es algo que no puedes ver a simple vista, dice mi madre, lo vas a ver en el espejo.
- ¿Y si es algo feo?
- Si es algo feo te vas a morir del susto…¡no, mentira! Las cosas feas no sólo te andan
despertando, dice mi madre - le contestó su compañera.
Alegando otras razones, Pablo hizo que sus padres le compraran un espejo.
Comenzó a dormir con la luz encendida. Unos días después, durante la madrugada,
nuevamente escuchó la voz: ¡Pablo!
Abrió los ojos y miró al espejo. Algo estaba a su lado, inclinado sobre la cama: Tenía
el pelo blanco y largo, y la cara llena de huecos negros, lo poco que tenía de piel
era gris y arrugada, y no tenía ojos.
Pablo intentó gritar. Al abrir la boca, sintió un dolor terriblemente agudo en el pecho.
Amaneció muerto, con la boca abierta y los ojos desorbitados fijos en el espejo.
Después de su muerte, su compañera de colegio contó a cuantos pudo la terrible
historia de terror de Pablo:
- Le dije que cuando escuchara aquella voz, nunca mirara a un espejo, es lo que dice
mi madre, que no hay que mirar un espejo; pero él no me hizo caso. Tweet
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