Era una oscura noche de invierno. Yo me dirigía a mi hogar después de las clases de la facultad. Era el último día de exámenes finales, por lo que al fin podría descansar y dejarme de presionar sobre el pasar de curso. Ese día hacía mucho frío y, como era de esperarse, había muy poca gente en la calle.
Estaba a punto de llegar a casa cuando de pronto apareció frente a mí la silueta de una chica de espaldas. Al acercarme más, comencé a oír sus sollozos.
Pensé en no ayudarla. Me gustaba leer historias de terror en Internet y la situación me pareció muy familiar, pero mi sentido del deber ganó.
-¿Te Encuentras bien? - Le pregunté, un poco incómodo.
La chica seguía llorando haciendo caso omiso de mi pregunta, así que decidí hacerla una vez más.
-Oye, ¿Te encuentras bien?
La chica dejó de llorar inmediatamente y comenzó a girarse hacia mí.
Me quedé paralizado.
La chica no tenía rostro.
Comenzó a acercarse hacia mí. Yo no sabía qué hacer. Quería salir corriendo de allí, pero mi cuerpo no respondía a mis órdenes. Continuó avanzando, y yo caí de espaldas contra el duro asfalto, presa del pánico. Ella se recostó sobre mi cuerpo, dejando su rostro- o lo que fuese- a tan sólo unos centímetros del mío.
La chica se quedó completamente quieta sobre mi cuerpo, y mi respiración agitada y los ruidos guturales que ella emitía eran lo único que quebraba el silencio de la noche.
Finalmente, se dejó caer sobre mí. Creí que era mi fin, pero me sorprendí a mí mismo al conseguir debatirme y escapar de su agarre. En cuanto me liberé eché a correr hacia mi apartamento, con el corazón latiéndome desbocado en la garganta.
Llegué a casa y usé todos los cerrojos, llaves y cerraduras de los que disponía. Llamé a la policía, mintiendo y diciendo que creía que alguien me estaba siguiendo y que solicitaba protección. No me creyeron, y cuando terminé la llamada seguía igual de inquieto y aterrorizado.
Decidí llamar a mi hermana, y le pedí que viniese a casa.
Al poco tiempo sonó el timbre, y pese a que sabía que se trataba de ella no pude evitar mirar por la cerradura para ver si se trataba realmente de ella y no de aquella criatura- de cuya existencia yo empezaba a dudar-.
La invité a entrar, y tras unos minutos de charla, ella sacó el tema de la llamada.
-¿Por qué me has llamado?-preguntó, y percibí la preocupación en su voz.
-No me vas a creer. - le conté lo sucedido, y no pude evitar un par de lágrimas al revivir los horripilantes hechos.
Ella se mantuvo en silencio durante todo mi relato.
-¿No tenía cara?-preguntó, intrigada.
Negué con la cabeza.
-¿Así?
Se puso de pie de un salto y esbozó una sonrisa diabólica,
tras lo que su rostro comenzó a desvanecerse, dando paso a el mismo ser sin rostro con el que me había encontrado.
Entré en estado de pánico. Huí del salón en el que nos encontrábamos, corrí y corrí, con ella pisándome los talones todo el tiempo.
Al fin le dí esquinazo y me encerré en la terraza. Me apoyé en la barandilla tratando de recobrar el aliento y de convencerme de que eran alucinaciones por el estrés. Cuando al fin lo conseguí, ella estaba detrás mío.
Grité, pero no fui capaz de huir esta vez.
Lo siguiente que contemplé, con horror, fue la terraza de mi piso alejándose más y más a medida que mi cuerpo se acercaba al suelo de la calle.
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muy buena historia amigo
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