Tenía diecisiete cuando llegó. Diecisiete
largos y dolorosos años de vivir con mi abusiva madre. Fue alrededor de
la medianoche, y mi madre ya estaba dormida, así que cuando dieron los
tres golpecitos en la entrada principal tuve que ser yo el que
contestase. Una niñita de aspecto extraño esperaba del otro lado, con
mejillas pálidas y sin color, cabello rubio arreglado en trencitas, un
vestido de color rosa con los pliegues algo rotos, pies descalzos y
ligeramente azules por el frío de invierno, y ojos negros. Profundos y
penetrantes ojos negros. La hice pasar, pensando en lo muy mal vestida
que estaba. No fue hasta después que me pregunté por qué no estaba
temblado… ni siquiera me había preguntado por qué estaba aquí en primer
lugar. La llevé a la sala de estar, envolviéndola en una manta gruesa
que mi abuela tejió. La sostuvo, aunque no parecía afectarla, y sonreí.
—¿Cómo te llamas, cariño?
Dejó pasar un largo silencio, durante el
cual estuvo mirándome fijamente. Empezaba a sentirme incómodo por su
oscura mirada, cuando abrió los labios y habló en voz baja.
—Lacy Morgan.
Asentí con la cabeza, sonriendo de nuevo.
—Puedes quedarte aquí por hoy, Lacy —le
dije, señalando el sofá. Se acurrucó, con sus ojos negros todavía en mí,
y regresé a mi habitación. Esa noche dormí profundamente, sin
preocuparme de los maltratos de mi madre o de la extraña niña en mi
sofá.
Cuando llegó la mañana y caminaba hacia
la cocina, fui recibido por una taza de café presionada contra mi
hombro. Di un leve grito de dolor, mirando a mi madre.
—¿Qué diablos has hecho? ¡¿Por qué el
sofá está así de sucio?! —gritó ella, confundiéndome sobremanera. Tras
dar un vistazo a la sala de estar, me di cuenta de que Lacy se había
ido, y la única prueba de que estuvo aquí era la mugre de probablemente
sus pies o vestido. Me hice responsable, ganándome un fuerte golpe en la
mejilla, y luego me fui a la escuela. Estando ahí escuché algo que me
produjo escalofríos.
«Lacy Morgan fue hallada muerta ayer por la noche».
Pasé el día a la expectativa de oír más
noticias sobre el tema, pero no las hubo. Al llegar a casa, sin embargo,
estaban dando un reportaje de ello por la televisión.
«Lacy Morgan, de seis años de edad, fue
declarada muerta ayer a las siete de la noche. Su cuerpo fue localizado
en el patio trasero de su casa, enterrado allí con su vestido rosa. Aún
no ha habido señal de su madre, Marrisa Morgan, quien es sospechosa de
ser la asesina en vista de su historial de abusos para con su hija».
De repente, una foto de Lacy apareció en
la pantalla. Lucía muy similar a cuando la conocí, su cabello rubio en
trenzas, vestido rosado, cara pálida… Sólo que, sus mejillas tenían más
color, y sus ojos eran celestes. Para muchos esto podría no ser muy
importante, pero para mí lo era. Ella murió antes de llegar a mi casa.
Murió horas antes. Traté de ignorarlo, yendo directamente a mi
habitación a hacer mis deberes. Ese día me fui a la cama temprano para
no tener que ver a mi madre. Fue alrededor de la medianoche cuando me
desperté ante el contacto de dedos fríos acariciando el moretón en mi
mejilla. Suspiré, apoyándome en la pequeña mano.
—Nunca más —murmuró Lacy, antes de que su
mano desapareciese. Diez minutos más tarde escuché a mi madre gritar.
Corrí hacia su habitación, casi desmayándome por lo que veía.
Mi madre se sacudía violentamente en la
cama; una pequeña criatura había enterrado su rostro en el pecho de
ella. Podía oír el desgarro de la carne, y los gritos de mi madre
acrecentando su volumen. Deseé no haber despertado. Me hice creer que no
lo había hecho. Pero lo hice. Por lo que, cuando Lacy se retiró del
enorme agujero en la cavidad torácica de mi madre, tuve una vista
excelente de sus afilados dientes, brillando en la oscuridad. Brillando
embarrados de la sangre de mi madre. Me sonrió inocentemente por un
momento, antes de arrancar rápidamente la yugular de mi madre. Esa vez
me desmayé.
Cuando volví en mí, me encontraba en mi
cama. Me dirigí al cuarto de mi madre impulsado por una curiosidad
morbosa. Después de abrir la puerta, noté que el cuarto estaba vacío; la
cama hecha con esmero, como si mi madre se hubiese ido a trabajar más
temprano. Las únicas rarezas eran sucias huellas de pequeñas pisadas, y
la ventana abierta, demostrándome que Lacy había estado aquí realmente.
Nunca vi a mi madre de nuevo, y nunca la extrañé tampoco. Eventualmente
me casé, y tuvimos una niña juntos. La llamé Lacy.
Recientemente, he notado que la hija de
los vecinos tiene todo tipo de cicatrices y moretones en sus brazos. He
estado pendiente de la actividad en su casa, y el otro día vi algo raro:
una pequeña niña corriendo descalza por el patio trasero. Fue alrededor
de la medianoche, así que no puedo estar muy seguro, pero creo que me
miró con sus enormes ojos negros. Y podría jurar que articuló dos
palabras en mi dirección.
Nunca más.
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Video <--- recopilatorio de vistas :P
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