ADVERTENCIA: Lo Que Se Publica En Esta Pagina, Tiene El Fin De Entretenimiento.
La sigiente historia no se recomienda leer para personas moralistas o de mentes debiles.
Contiene descripciones graficas y sexuales, No nos hacemos responsables por daños mentales.
ATTE: Kevin Mendoza
Leonel había escuchado rumores acerca de
un burdel clandestino en el centro de la ciudad. Decían que en ese lugar
se llevaban a cabo toda clase de perversiones, desde BDSM hasta
canibalismo, zoofilia, coprofilia e incluso necrofilia; claro que el
costo variaba de acuerdo a la perversión deseada.
Él siempre había sido un pedófilo en
secreto, se paseaba constantemente fuera de las primarias observando con
lascivia a las pequeñas niñas en sus uniformes escolares, imaginando
sus cuerpos poco desarrollados debajo de estos. Deseaba tanto poseerlas
como matarlas a golpes, pero, por supuesto, aquello era ilegal. La Deep
Web era un paraíso para él: miles de fotos de pequeñas niñas desnudas
realizando actos sexuales y algunas incluso siendo maltratadas, todas
clasificadas por edades; sus preferidas eran las de siete años porque
consideraba que dejaban de parecer bebés para empezar a tener un poco de
femineidad.
Así pasaba sus solitarias tardes,
masturbándose con aquellas pequeñas sin nombre, deseando poder realizar
su fantasía, pero controlándose al saber que terminaría en prisión. Por
ello, en cuanto escuchó sobre aquel burdel, sus ojos se iluminaron.
Ahorraría hasta el cansancio, no le importaba cuál fuera el precio:
quería poseer una de esas lolitas.
Cuando por fin juntó una suma
considerable de dinero, acudió a la dirección que le había sido
indicada.
Era un viejo edificio que lucía abandonado, en la entrada
estaba una anciana pidiendo limosna con una niña de aproximadamente
cuatro años, sucia y harapienta. «Espero que esa no sea la clase de
niñas que hay dentro», pensó. Le habían dicho que le preguntara a la
señora por «Liss», y así lo hizo.
—Le puedo decir dónde encontrarla, pero… ¿está seguro de querer verla?
Leonel respondió afirmativamente, y tras
darle un par de billetes a la anciana, esta le señaló una puerta en el
interior del edificio. Él percibió un extraño aroma que le recordó su
visita a alguna mina, pero lo ignoró y siguió caminando hasta la puerta.
Detrás de ella habían unas escaleras descendentes de las que provenían
música y luces danzantes. Tal parecía que estaba en el lugar indicado.
Al final de las escaleras había una larga
estancia en la que se estaba realizando una orgía. Eran al menos veinte
personas teniendo sexo simultáneamente, todos poseían cuerpos hermosos y
tentadores. Observó en particular a las mujeres de piel que parecía
cincelada por Miguel Ángel, de largas cabelleras rubias, castañas,
pelirrojas, delgadas y con curvas, pero todas de una excepcional
belleza; sin embargo, dentro de toda la bacanal no había una sola niña, y
esto lo decepcionó bastante.
—¿Quieres unirte? —le preguntó una mujer
de largo cabello castaño y ropa formal pero provocativa. Leonel rechazó
la propuesta y averiguó que aquella mujer era Liss. Le dijo lo que
deseaba y ella le pidió que la siguiera hasta su oficina. Ahí rebuscó
entre una larga biblioteca y extrajo una carpeta azul que le entregó.
—Este es nuestro catálogo de niñas de
entre seis y nueve años, están ordenadas por fecha de nacimiento.
Avíseme cuando encuentre alguna de su agrado.
Leonel pasó aquellas hojas, tenían varias
fotografías de cuerpo completo y debajo de ellas un nombre y algunos
datos: «le gusta morder», «buena para trabajos manuales», «muda», «sin
dientes»… Ninguna le llamaba del todo la atención hasta que vio una
fotografía que resaltaba entre las demás: una hermosa pelirroja de ojos
color miel. «Haley R.: tímida, recién llegada, sin usar». Rozó
ligeramente la fotografía con el dedo índice. Supo que era la correcta y
así se lo dijo a la mujer.
—Perfecto, ¿y será desechable?
—¿Disculpe?
—Me refiero a que si no podremos ocuparla después. ¿Piensa cercenarla o comerla?
—Ah, claro, será desechable.
—En eso caso, ¿quiere algunas herramientas en la habitación?
—Sí, eso estaría bien.
—Perfecto, y ¿gusta de algún escenario en especial? ¿Un confesionario, un manicomio, un salón de clases?
—El salón de clases —dijo él inmediatamente.
—Entonces supongo que le gustaría que la niña llevara un uniforme escolar.
—Sería excelente.
—Es usted demasiado predecible, pero me
parece bien. La habitación estará lista en una hora; mientras tanto,
puede unirse a la orgía en la estancia.
Leonel regresó a contemplar la maraña de
cuerpos; eran diferentes participantes, pero igual de bellos que los
primeros. Se sentó en un sillón a observar aquella actividad, supuso que
se le cobraría más si participaba, así que se contuvo, aunque en
realidad aún no había preguntado cuál sería el precio. No que importara,
tenía suficiente dinero como para pagar una casa.
Una hermosa joven desnuda se acercó a él con una charola repleta de rollos de sushi y unas cuantas copas de lo que parecía vino.
—Son… ¿humanos? —preguntó nervioso creyendo que aquella chica se reiría de él.
—Solo la mitad de la derecha, tenemos algunos clientes quisquillosos.
—¿Y exactamente de qué son?
—Los california tienen pezón, los
filadelfia tienen vagina y los tampico corazón. De beber tengo sangre
A+, O+ y vino espumoso. ¿Gusta algo? —Leonel pidió un poco de todo y le
preguntó a la mujer si unirse a la orgía tendría un costo adicional.
—Oh, no se preocupe, ya es demasiado lo que cobramos por su fantasía como para cobrar extras.
—¿Y si no me alcanza para pagarles?
—Siempre se cumplen los pagos —dijo ella apenas conteniendo una sonrisa perversa.
Mordisqueó su sushi de pezón y jugueteó
con él en su lengua, eso lo excitó bastante. Miró hacia la masa de
cuerpos frente a él: una bella mujer pelirrosa con una perforación en la
lengua le realizaba un cunnilingus a una chica tatuada y lo miraba
incitadoramente; él no pudo contenerse más y se quitó los pantalones
exponiendo una gran erección que de inmediato introdujo en la vagina de
la mujer perforada. Ella gimió de placer y comenzó a lamer más
rápidamente a su compañera que comenzó a gritar histéricamente que
quería ser devorada. Un hombre se acercó a ella, pero Leonel estaba muy
distraído como para notarlo. Escuchó algunos gritos, pero no le importó
hasta que fue salpicado de un líquido; abrió los ojos y se dio cuenta de
que entre la pelirrosa y un hombre se habían comido la vagina y el
rostro de la tatuada. Esto lo sorprendió un poco, pero lo excitó más y
terminó eyaculando dentro de la pelirrosa, y se retiró de la orgía
mientras los demás continuaban aun con aquel cadáver entre ellos.
Tras unos quince minutos, Liss apareció de nuevo.
—Su habitación está lista, es la trecientos dos —dijo ella y le entregó su llave.
—Disculpe… aún no hemos hablado de cuánto me costará esto.
—Lo trataremos después de que termine, usted solo disfrute la experiencia.
Tomó el elevador y llegó al cuarto piso;
el lugar no se veía distinto de cualquier hotel. Buscó el cuarto
trecientos dos y abrió la puerta nervioso.
La habitación era una réplica exacta de
un salón de clases. Estaban el pizarrón, el escritorio del profesor y
unas diez bancas ordenadas, además de las herramientas que le habían
prometido. En la primera fila, estaba su ángel uniformado, «Haley». Era
mucho más bella en persona, su piel parecía de porcelana. Cerró la
puerta con seguro y se acercó a ella, era tan perfecta y por fin era
suya. No podía esperar, su pene reaccionó con tan solo verla.
Se puso en cuclillas frente a ella y la
besó, la boca inexperta de la niña apenas se movía mientras él
introducía su lengua por su garganta. Su mano se deslizaba por sus
delgados muslos y rápidamente la despojó de su ropa interior. Colocó a
la niña en el suelo y le abrió las piernas, comprobando que aún era
virgen. En tanto observaba su inmaculada y rosácea vagina, no pudo
evitar lamerla como loco; miró el rostro de la niña que cerraba
fuertemente los ojos, la tomó de la cabeza y le ordenó que lo mirara.
Ella obedeció, entonces la desvirgó bruscamente; la expresión en su
rostro valdría cualquier precio,
¡CUALQUIERA!
La pequeña comenzó a sollozar y lágrimas
brotaron por sus delicadas mejillas. Leonel se excitaba cada vez más,
abofeteó a la niña fuertemente hasta que su rostro tuvo un tono rojizo,
luego tomó un martillo y comenzó a clavarle la parte posterior en el
rostro y el pecho mientras la penetraba más y más rápidamente, hasta que
no pudo más y se corrió en el rostro desecho de la niña. Después de
eso, no le importaba cuánto cobrarían, podía dar su casa, su auto, se
podían llevar hasta a su madre y no le importaría.
Salió de aquella habitación bañado de sangre y con un enorme gesto de satisfacción, encontrándose de nuevo con Liss.
—Veo que ha quedado conforme.
—Bastante, y estoy listo para pagar, valió totalmente la pena.
—Me alegra oír eso, ya que el precio es un poco más elevado de lo que piensa.
—Bueno, he ahorrado suficiente para esto, ¿cuánto será? ¿Veinte mil?, ¿treinta mil?
—No, señor, no nos interesa su dinero.
—¿Entonces cómo voy a pagarle?
—Bueno, digamos que será proporcional a su placer… —dijo ella antes de conducirlo a otra habitación sin número.
Le ató los brazos a unas esposas que
colgaban del techo y las piernas con otras que estaban en el suelo.
Leonel pensó que un negro de dos metros podría violarlo y aun así habría
valido la pena, pero lo que apareció en aquel cuarto fueron seis niñas,
todas pelirrojas y no mayores de ocho años. Pensó que estaba en el
paraíso hasta que las niñas comenzaron a rodearlo, y de pronto lo
mordieron vorazmente, arrancándole la piel de sus brazos, abdomen y
piernas, tras lo cual salieron corriendo. Nunca había sentido un dolor
similar, el cuerpo le ardía terriblemente y no dejaba de sangrar.
—¡Ya pagué el precio! ¿Contentos?
¡Déjenme salir! —gritó histérico intentando liberarse de las esposas;
sin embargo, solo apareció una pequeña niña de nuevo. Se parecía
demasiado a Haley, pero no era posible, Haley estaba muerta.
Ella presionó un botón y Leonel pudo
escuchar un ruido similar a un taladro que provenía de debajo de sus
piernas. El sonido se fue acercando hasta que pudo sentir cómo, en
efecto, un taladro comenzaba a empalarlo lentamente.
—¡Detente! ¡Ya lo entendí, no volveré a
hacerlo! ¡Me alejaré de las niñas pequeñas! —le gritó a la niña que
sonreía maliciosamente sin dejar de presionar el botón.
El taladro seguía avanzando a través de
los órganos de Leonel, causándole un terrible dolor como el que jamás
hubiera imaginado. Comenzó a sangrar por la boca y a convulsionarse. El
sufrimiento era insoportable y solo deseaba morir. Finalmente, el
taladro salió por su boca con rastros de intestino deshecho, y solo
entonces él quedó inconsciente.
Al día siguiente, Leonel despertó en su
cama sobresaltado y con un terrible dolor en el abdomen. «Todo fue un
sueño, un terrible sueño», pensó hasta que sintió cierta humedad en su
cobija: estaba llena de sangre. Miró su abdomen y aún conservaba algunas
de las mordidas hechas por aquellas niñas, y en su buró estaba una
tarjeta de presentación:
«El Burdel de las Parafilias. Vuelva pronto».
Historia Escrita Por - Fairuza
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ATTE: Kevin Mendoza
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:) esperaba mas , pero me gusto
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